Es tiempo de cine

Por Lucía Tello Díaz, Directora Académica del Máster Universitario en Estudios Avanzados en Cinematografía

Estudiar cine en estos tiempos, qué irresponsabilidad. El cine es arte y el arte no responde a las demandas de una sociedad como la nuestra. Por qué un Máster Oficial en Cine.

Es difícil intentar explicar su importancia en términos de utilidad, cuando las prioridades sociales han cambiado. Optimización, maximización y monetización a corto plazo son mantras heredados de un siglo XX que se radicaliza en el XXI: El cine no te lleva a Wall Street, no te eleva al olimpo de las criptomonedas, no te convierte en influencer ni hace de ti una youtuber. El cine parece tener el paso desacompasado con una sociedad que bulle por beneficios y se mira a sí misma. Y quizá ese es el mayor problema, la mirada.

Lucía Tello

Las redes con sus posts, sus reels y sus vídeos autocontemplativos miran hacia sí mismas y a sus creadores. El ego se impone. Envidian del cine la alfombra roja y el glamour, pero no invitan a la reflexión que es consustancial al arte cinematográfico. Porque el cine contempla el exterior, descubre la otredad, invita a la reflexión, y este orden de cosas está en el vértice opuesto de lo que hemos proyectado para la generación Z.

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Y todo ello a pesar de que el universo audiovisual jamás ha estado más presente en nuestra vida. Consumimos y generamos en formato vídeo como nunca lo habíamos hecho. En nuestra sociedad, el contacto que establecemos con el universo exterior está mediado por la tecnología, tanto si somos consumidores como prosumidores; no se necesita más que un smartphone, una cámara y un micrófono para integrarnos en él. Pero consumir, mediar e influir no es el objetivo que buscamos, no es lo mismo el raccord o un encadenado que un filtro o un like.

Asimismo, todo el mundo parece saber de cine. Todos se han haya en críticos cinematográficos, juzgando lo que ven con omnipotente criterio de censor: la película es demasiado larga, demasiado seria, demasiado intensa. Y todo ello va parejo a un paulatino abandono de las salas, con la pérdida patrimonial y espiritual que supone la destrucción de uno de los pocos actos de comunión colectiva. Esto nos priva del estremecimiento compartido, del llanto o la sonrisa cómplice que nos une y que entronca con aquel rito ancestral de contar relatos en torno al fuego.

En ese caso, si ya está todo perdido, si hemos confundido series con películas, si no observamos, sino consumimos, y si la individualidad se ha impuesto al sentir colectivo, ¿por qué estudiar cine? Precisamente por ello.

Quizá uno de los mayores actos de insubordinación sea recuperar el primigenio espíritu que nos une, que desvela los secretos de la naturaleza humana, que nos vincula los unos a los otros. Porque hay mucha gente inquieta, a la que ver una película le sigue emocionando, a la que le inspira contar, sentir u observar una buena historia.

Porque hay quienes todavía entramos en un cine con la solemnidad que requiere un acto sagrado, el de un arte que lleva ciento treinta años perfeccionándose y acercando al público una realidad que le es ajena, y porque aprender a desentrañar los mecanismos que subyacen a un arte que nos apasiona resulta fascinante.

El cine es un lenguaje complejo y emocional, pero cuyas reglas gramaticales y sintácticas actúan de forma matemática, aportando a su expresión una normativa tan férrea como las leyes físicas. No todo vale. Al mismo tiempo, el cine está estrechamente vinculado a su tiempo, a su contexto; esto ha dado lugar a distintas etapas históricas que han determinado sus paradigmas estéticos. Cada tiempo define su arte y el cine está determinado por su historia. Han sido centenares los estudiosos que han aportado distintas teorías de aproximación al cine, todas ellas tan dispares que no resulta semejante estudiar el cine desde una perspectiva de autor que desde una dimensión estructuralista. El cine también es una ciencia.

Y, cómo no, existen innumerables dimensiones prácticas que resultan del todo desconocidas, como el quehacer profesional de cada uno de los miembros de un equipo de rodaje, los entresijos de construir un buen guion, los puntos de conexión entre confeccionar ficción o documental, e incluso por qué la colorimetría tiene una vinculación tan fuerte con el cine. Esto no es baladí, todo ello configura un pensamiento, un conocimiento y, lo más importante, un campo de estudio fascinante.

El cine es mucho más que esperar un like en una publicación, es todo un código dispuesto a ser descubierto, practicado y sentido. Porque quizá lo que pueda parecer una insensatez, como dedicar el tiempo a estudiar un arte extraordinario, en realidad sea la única manera de salirnos del camino. Todos sabemos que el del cine es un mundo de rebeldes y, a veces, esta rebeldía es la única vía que nos conduce a la felicidad.

Como parte del compromiso de UNIR con la formación de los profesionales de la industria cinematográfica, ponemos a disposición de los lectores de la revista Audiovisual451 un descuento exclusivo por tiempo limitado en el Máster Oficial en Cinematografía y en el Máster Oficial en Creación de Guiones Audiovisuales.

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