Rodada en La Cañada Real de Madrid, ‘Ciudad sin sueño’ es el primer largometraje de ficción del director de ‘Frágil equilibrio’, Goya al mejor documental en 2017. La película obtuvo el Premio SACD a la autoría (dirección y guion) en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2025. También fue la única película española presente en la sección Perlak del pasado Festival de San Sebastián.
‘Ciudad sin sueño’ forma parte del proyecto global que Galoe inició con el cortometraje ‘Aunque es de noche’, que logró el Goya y el Premio Forqué, entre otros galardones, un proyecto en el que el cineasta madrileño ha invertido seis años de su vida. El guion está coescrito por el propio director junto a Víctor Alonso-Berbel y la dirección de fotografía corre a cargo de Rui Poças (‘Grand Tour’, ‘Zama’).

Se trata de una coproducción hispano-francesa de Sintagma, Buenapinta Media, Encanta Films, BTeam Prods, Ciudad Sin Sueño la película AIE, Les Valseurs y Tournellovision. Las ventas internacionales están a cargo de BFF (Best Friend Forever). La película cuenta además con la participación de RTVE, Filmin y Movistar+, el apoyo del ICAA, la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, el fondo Eurimages, Aide aux Cinémas du Monde (CNC), la Región de Nouvelle-Aquitaine (en asociación con Arte Cofinova), el Doha Film Institute y la financiación de Crea SGR. El estreno en España, el viernes 21 de noviembre, corre a cargo de BTeam Pictures.
Con un presupuesto de 1,2 millones de euros, ‘Ciudad sin sueño’ logró 600.000 euros en el segundo procedimiento de las ayudas selectivas del ICAA del año 2023, como proyecto de especial interés cinematográfico.
El proyecto ha sido parte además del European Co-Production Market de la Berlinale, Ventana CineMad (Premio al Mejor Proyecto de Ficción), Conecta+ CREA (Premio al Mejor Proyecto) y del Marché du Film de Cannes, dentro de la selección 10 Promising Spanish Projects in Development del ICAA.
Durante su desarrollo, ‘Ciudad sin sueño’ fue seleccionada también en varios laboratorios internacionales y residencias como las Residencias de la Academia de Cine de España, los laboratorios de guion de la Berlinale y el Torino Film Lab, donde obtuvo la Mención Especial del Jurado CNC. También participó en la Residencia de Cinéfondation del Festival de Cannes, recibiendo el Premio Moulin d’Andé – Centre des Écritures Cinématographiques.
‘Ciudad sin sueño’ cuenta con un elenco de actores no profesionales residentes en la zona deprimida de Madrid: Antonio Fernández Gabarre (también protagonista del cortometraje origen de todo), Bilal Sedraoui, Jesús Fernández Silva, Felisa Romero Molina y Pura Salazar, entre otros. Además del premio en la Semana de la Crítica, la película recibió la Mención Especial del Jurado en el Festival Internacional de Bruselas y en su estreno en Francia (el pasado 3 de septiembre) se situó entre los diez mejores resultados de producciones españolas de su dimensión en los últimos 20 años.

En la película, Toni tiene 15 años y vive en Cañada Real, el asentamiento irregular más grande de Europa, a las afueras de Madrid. Orgulloso de pertenecer a su familia de chatarreros, pasa los días junto a su abuelo, al que admira y sigue a todas partes. Ahora Toni debe elegir: enfrentarse a un futuro incierto o aferrarse a un mundo que se desvanece. Guillermo Galoe habló con Audiovisual451 sobre la película, en Valladolid, durante la pasada Seminci, donde también se programó el filme.
Audiovisual451: Esta película ha viajado mucho y ha recibido varios galardones ¿qué destacarías de esta trayectoria?
Guillermo Galoe: «Estrenamos en Cannes, en la Semana de la Crítica, donde recibimos el Premio SACD, que reconoce la autoría, el guión, la dirección… Luego estuvimos en Múnich, también en el Festival de Bruselas, donde recibimos una mención especial del jurado. En verano tuvimos un cierto parón y en septiembre viajamos al Festival de San Sebastián, en la sección Perlas, lo que yo considero que es un premiazo, porque te estás codeando allí con los más grandes, con las películas más destacadas del panorama mundial estrenadas en festivales este año. ‘Ciudad sin sueño’ era además el único título español en esa sección».
A451: ¿Te hizo más ilusión la selección en San Sebastián que la de Cannes?
G.G: «En la Semana de la Crítica había películas maravillosas, pero es verdad que había menos que en San Sebastián. También hemos pasado por Abycine y por Seminci, que además es un lugar muy importante para mí, porque ahí se presentó mi primera película y ganamos un premio con ‘Frágil Equilibrio’. Luego estuve de jurado en Tiempo de Historia, la realidad es que mi historia con Valladolid es muy bonita. Otros festivales internacionales por los que se ha visto la película son Bogotá, Sao Paulo, Morelia, Doha, también en Egipto e Italia…»
A451: Se trata de tu primera película de ficción, pero es una ficción muy apegada a la realidad, con actores no profesionales de La Cañada Real, un lugar que conoces bien, porque ya hiciste un corto que ganó el Goya… En definitiva, no es una ficción al uso…
G.G: «Entiendo lo que quieres decir y es cierto que no es una ficción convencional, es algo que me parece interesante, hacer algo que tenga un elemento distintivo. Trabajamos con material real y la propuesta era hacer una ficción en un entorno con nombre y apellidos, el de La Cañada Real de Madrid, un entorno real, con una problemática real, que se ve en la película, pero es una película que sobre todo quiere estar cerca de la intimidad de los personajes. Se trata de personajes que a lo mejor estamos acostumbrados a ver enmarcados dentro de otras tramas o de otras narrativas, como puede ser un thriller, pero nosotros los hemos sacado y los hemos situado en una película intimista en la que accedemos a la piel. Personajes que podrían haber salido también de un western o de un noir, pero tratados desde lo íntimo… Ese era el juego, construir una ficción dentro de un lugar que, además, de alguna forma viví, una película interpretada en su totalidad por gente que vive allí, pero no necesariamente los actores y actrices se representan a ellos mismos, en algunos casos sí, en otros no. También hay una intención de retrato muy fuerte y, por supuesto, de relato también, pero sobre todo hay una intención de estar cerca de ellos».
A451: ¿Cómo encuentras a estos actores naturales y como afrontas la dirección en esta situación?
G.G: «Con los actores profesionales y los naturales se utilizan métodos distintos, incluso en algunos casos opuestos, para llegar a lo mismo. En realidad, es otro camino. En este caso hay métodos tan distintos como personas en la película, siempre trabajamos desde la persona, desde conocer en profundidad al actor o a la actriz, conocer sus luces, sus sombras, sus fragilidades, sus fortalezas… Cada uno necesita un sistema porque cada uno es distinto, unos memorizan mejor, otros menos, a otros se les da mejor lo físico, a otros más lo intelectual… Es cuestión de estar muy cerca para ir creando en conjunto».
«Y para confeccionar el reparto nos fijamos en distintos aspectos, como la potencia del rostro o sus capacidades interpretativas delante de una cámara. Es algo intuitivo, aplicas diferentes métodos y diferentes sistemas incluso para rodar».

A451: A algunos ya los conocías del anterior trabajo en La Cañada Real ¿no es así?
G.G: «A Toni y a Manuel sí, pero en general no los conocía. Además del proceso de casting, ensayamos mucho. La idea era crear un lenguaje cinematográfico que, por supuesto, no era el obvio. E una película en la que la realidad se escapa delante de la cámara, pero no es una cámara al hombro que sigue la realidad, es un pacto con la realidad en la que había un control del lenguaje de lo que queríamos hacer, de los movimientos de la cámara, la puesta en escena… pero creando siempre con margen de libertad, tanto para ellos como para mí, para poder inventar en el set».
A451. ¿Todo el rodaje fue en La Cañada Real de Madrid?
G.G: «Todo es en Cañada Real, las localizaciones, las personas que viven allí. No hay nadie que venga de fuera, nadie».
A451: ¿Y cómo es rodar allí?
G.G: «Es caótico, pero también es un elemento que me parecía muy interesante. Pongo en valor aquí al equipo técnico y a los productores, porque rodar allí ha sido un reto muy difícil para todos. Ha habido muchísimo cuidado con el entorno por parte de mi equipo. No queríamos ser una película que llega, arrasa y se va. Nuestra idea era hacer una película junto a la comunidad, no sobre la comunidad, pero con las ambiciones estéticas que tenía la película. Esto lo hablé mucho con el director de fotografía, nunca queríamos colocarnos con nuestro gesto fílmico entre los actores, actrices, los personajes y el espectador, es decir, queríamos que hubiera cierta transparencia, aunque, por supuesto, sin renunciar a una mirada, a un punto de vista autoral en todo esto. Hay ambición formal, que no es fácil en ese lugar que es caótico por naturaleza, anárquico, que no entiende de jerarquías, cuando el cine requiere procedimientos de cierta jerarquía».
A451: ¿Y cómo se articula todo esto? ¿Cuántas personas había en rodaje?
G.G: «En esta película hemos utilizado muchísimos sistemas de filmación, desde un rodaje con un equipo de 70 personas, hasta un rodaje con los dos actores y yo, solos, con un teléfono móvil o incluso ellos filmándose a sí mismos. Esos dos polos. Creo que también la realidad acaba por imponerse, la realidad va marcando también qué sistema debíamos utilizar. Simplemente nosotros teníamos que estar muy ágiles y muy precisos a la hora de elegir… De repente, pues es una conversación en la que hay una toma de media hora y se nota mucha espontaneidad, pero hay otras secuencias en las que hemos utilizado una puesta en escena mucho más tradicional y también funcionaba. No hay que olvidar que hay diez versiones del guión, que han ido creciendo también mientras nuestra relación iba haciéndose más profunda con la comunidad, eso también es importante».
A451: ¿La planificación y las localizaciones eran muy claras?
G.G: Sí, partimos de una preparación muy sólida. Partimos de una planificación muy medida, muy precisa… pero, como diría Bresson creamos reglas enormes de hierro para romperlas. Trabajamos desde ese lugar, los diferentes jefes de equipo buscaban un lenguaje, para que tuviera una coherencia interna de principio al final, nos ha costado conseguirlo».

A451: ¿Tuviste que abandonar en cierto modo tu mochila de cineasta de no ficción?
G.G: No. Entiendo perfectamente que la industria necesita unas cajas donde ubicarnos, lo entiendo y lo respeto. Entiendo que para los diferentes sistemas de trabajo también es necesario que el equipo, cuanto más grande es, más necesita entender unas determinadas pautas. Pero yo intento estar siempre liberado de todo eso. No me libero de una mochila, sino que cargo con otra. Cargo con una mochila buena que es todo un recorrido de haber filmado imágenes solo con mi cámara o con un equipo pequeño por todo el mundo, mirando la realidad a través de un objetivo. En un documental canónico, tú te plantas en la realidad y llega un momento en el que a través de la cámara vas entendiendo cómo funciona ese universo, cómo se mueven los objetos, los cuerpos dentro de ese espacio… La cámara, casi de manera automática, va aprendiendo esos movimientos, vas buscando y cazando esa realidad. En la ficción es casi lo opuesto, tú construyes para la cámara. Sin embargo, hay algo que se queda metido en tu piel, en tus gestos, de cómo se mueve la cámara o cómo se mueven esos cuerpos. Cuando estás filmando ficción, hay algo que te dice que no es real o que no está vivo y es una intuición. No puedes explicar por qué, pero es una intuición. En mi caso esto no funciona, también por todo lo vivido anteriormente, por haber observado mucho el mundo. Aquí también hay secuencias súper elaboradas desde un punto de vista cinematográfico, por supuesto. Están las carreras o hay varios momentos en los que la cámara decide girar en 360º, porque también hay un diálogo con las imágenes de los teléfonos móviles».
A451: Hay entonces conceptos muy elaborados en la manera de filmar ¿no es así?
G.G: «Había una idea planteada de reflexionar sobre el poder de la representación y la responsabilidad que tenemos como cineastas a la hora de hacer imágenes en un lugar, además, donde las imágenes que hemos visto siempre suelen ser o muy miserabilistas o muy paternalistas. Había un cuestionamiento continuo, interno, de nosotros cuando estábamos allí, sobre cómo hacer esas imágenes. Entonces nos surgió la idea de dar la cámara al protagonista, que la película tuviera dos gestos fílmicos, el suyo y el del cineasta, por eso están en diálogo las imágenes de la cámara y las del teléfono móvil. Cuando Toni grababa con su teléfono móvil, sin cortar, recorre el universo que le rodea en panorámico. Luego, de alguna forma, nuestra cámara recupera ese gesto, porque hay momentos también en los que queremos observar todo ese mundo de la misma forma, pero con nuestra cámara. Se establece un diálogo aparentemente lejano porque en la cámara del teléfono móvil estallan colores, sin embargo, los dos gestos son muy parecidos. La idea es que son dos mundos que pertenecen al mismo universo, que es el de la película. Creo que ese diálogo realmente está elaborado, es autoconsciente y nos permite ser libres»
A451: ¿Ha costado mucho financiar esta película, que te ha llevado mucho tiempo filmar y es una coproducción con Francia?
G.G: «Más que financiarla, lo que costó fue sostener el proyecto en el tiempo, durante los seis años de trabajo que hemos estado en La Cañada Real haciendo cine de manera diaria: Primero con unos talleres de cine con niños, niñas y adolescentes. Hacíamos pequeñas películas con nuestros teléfonos móviles para entender también cómo se representaban a sí mismos y al espacio. Luego hicimos el cortometraje, ‘Aunque es de noche’, que nació también como una idea de taller, para poner en práctica ciertos elementos artísticos que queríamos después para el largometraje. Los pusimos en práctica y aprendimos a filmar una película en La Cañada Real, igual que también la comunidad que vive allí aprendió lo que era filmar una película. Todo este proceso, los ensayos, el casting… todo lo que hacíamos allí estaba hecho también con vocación de taller, con convocación inclusiva, para que la gente pudiera participar y que la película se convirtiera en un juego cotidiano. Durante estos seis años, el cine ha ocupado un espacio de cotidianidad en La Cañada Real, lo que me parece muy bonito».
A451: Ahora os echarán de menos «a los del cine»…
G.G: «No lo sé, a lo mejor. Entiendo que era algo cotidiano para ellos, en un lugar donde el acceso al cine y a la cultura se ha negado por sistema y los espacios culturales que hay, como el Festival de Cine 16 Km, se ven cada vez más limitados y recortados a nivel de presupuesto y están haciendo una lucha increíble. De alguna forma, ‘Ciudad sin Sueño’ también se ha convertido en una especie de circo cinematográfico allí, en el que todos podían participar».

A451: De hecho, habéis proyectado la película allí…
G.G: «Claro, eso formaba parte del proyecto».
A451: ¿Y cómo fue esa proyección?
G.G: «Es interesante porque al final tú llegas, vives… Yo me tiré dos años sin sacar una cámara porque al final se establecen dinámicas de poder, entre el que filma y el que es filmado y más en un entorno vulnerable como este. Por eso tardé en sacar la cámara y cuando la saqué también era con la intención de acostumbrarlos a la presencia de la cámara e intentar paliar esas dinámicas de poder, esa violencia que se genera, que ellos se sintieran completamente libres o lo más libres posible ante la cámara. Lo hicimos así porque al principio el espacio que quería para hacer ficción no estaba preparado. Había que tener paciencia. Luego surgen los demás procesos, te documentas, y la realidad la relaboras en una ficción. Una ficción que escribes y reescribes hasta que tu idea está de alguna manera fraguada. Entonces vuelves a la realidad y encarnas esa ficción con las personas y los espacios, con las geografías en las que te inspiras. La película vuelve a nacer ahí, esa película se filma, se crea un cuento y ese cuento vuelve a aterrizar en La Cañada en una pantalla, ya no en un circo, sino en una pantalla. Se hace de noche y todos los niños y las familias en el campo de fútbol gritando contentos porque el espectáculo de sus vidas está ahí. Y ellos también tienen derecho a formar parte del espectáculo. De repente, aparecen las primeras imágenes y sonidos de la película y se hace el silencio. Es un juego de espejos, todo lo que hemos construido, toda esa comunidad metida en ese cuento, de repente está frente a ellos. Hay algo ahí muy fuerte que solo puede hacer el cine».
A451: Entonces ¿desde que filmaste el corto tenías claro ya que harías el largometraje de ficción?
G.G: «Siempre, esa idea estaba clara desde el principio. Desde que descubrí ese lugar supe que iba a filmar allí un largometraje de ficción, desde que fui con mi primera película».
A451: ¿Y qué será lo próximo ficción o documental?
G.G: «Creo que ya toca viajar, después de seis años trabajando al lado de mi casa, a quince minutos de mi casa… Tengo siempre una secreta intención de filmar un documental como si fuera una ficción y una ficción como si fuera un documental, esto siempre ha sido así para mí. Digamos que ahora hay una ficción que nos llevará de viaje de nuevo, lejos de casa. Al final, en todos mis trabajos anteriores, yo creo que hay una vocación de un cine de exploración. Un cine que viaja, siempre me ha gustado el viaje, el encuentro con el otro y ahora toca viajar de nuevo».



