Mistika, pilar fundamental en la postproducción de ‘La Isla Mínima’

‘La Isla Mínima’, proyecto galardonado con diversos premios en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, entre ellos la Concha de Plata a mejor fotografía para Alex Catalán, se ha llevado a cabo utilizando la solución integral de postproducción Mistika. Dirigida por Alberto Rodríguez, ‘La Isla Mínima’ fue rodada en Alexa RAW y postproducida al completo a 3K con Mistika.

“Hemos utilizado el software de SGO desde la preproducción, realizando pruebas con los materiales capturados, visionando los luts, iso, densidades…”, comenta Juan Ventura Pecellín, Colorista y Supervisor de Efectos Digitales. Una vez concluido este proceso, los datos recabados en sala se utilizaron en los dos meses de rodaje.

“Versatilidad, potencia y últimas tecnologías. Un todo en uno que funciona como un reloj. Poder trabajar en tiempo real a 4K y 7K en algunos planos aéreos de FX para su previsualización y etalonaje, trabajar en la secuencia de la persecución creando y potenciando las luces de los elementos implicados, etc…, hace que ganemos un 100% de realismo y de espectacularidad”, añade Ventura.

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En cuanto a efectos digitales, “Mistika ha sido una herramienta clave que personalmente recomendaría a todos los supervisores de efectos digitales dentro de su flujo de trabajo. Mistika es un pilar fundamental a la hora de realizar visionados, creación de efectos, pre-etalonados,… Agiliza el flujo de trabajo aumentando la productividad gracias a las herramientas y nuevas tecnologías que se implementan en cada versión”, señala el colorista y supervisor de efectos.

1980. En un pequeño pueblo de las marismas del Guadalquivir, olvidado y detenido en el tiempo, dos adolescentes desaparecen durante sus fiestas.  Nadie las echa de menos. Todos los jóvenes quieren irse a vivir lejos y algunos de ellos se escapan de casa para conseguirlo. Rocío, madre de las niñas, logra que el juez de la comarca, Andrade, se interese por ellas. Desde Madrid envían a dos detectives de homicidios, Pedro y Juan, de perfiles y métodos muy diferentes que, por distintos motivos, no atraviesan su mejor momento en el cuerpo policial.

 

Nada es lo que parece en una comunidad aislada, opaca y plegada sobre sí misma.  Las pesquisas de los detectives parecen no llevar a ningún lado.  En este difícil proceso, Juan y Pedro deberán enfrentarse a sus propios miedos, a su pasado y a su futuro.  Su relación se irá estrechando y sus métodos se harán parecidos.  Lo único importante es dar con el asesino.

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‘La Isla Mínima’ es una producción de Atípica Films, Sacromonte Films, y Atresmedia Cine. La compañía Film Factory se encarga de las ventas internacionales. Alberto Rodríguez vuelve a la dirección después de ‘Grupo 7′ y de obras anteriores como ‘7 Vírgenes’ o ‘After’. El director comenta:

“‘La Isla Mínima” comenzó hace unos cuantos años, en una exposición de fotos a la que acudí con Alex Catalán, director de fotografía y buen amigo. El fotógrafo sevillano, Atín Aya, se había dedicado a captar los últimos vestigios de una forma de vida que se desarrolló en las marismas del Guadalquivir durante medio siglo. Muchas de las fotografías eran retratos de lugareños y desprendían una especie de resignación, desconfianza y dureza que acompañaba a aquellos rostros anclados en el pasado y que con la mecanización del campo, quizás no tendrían sitio en un futuro inmediato. La exposición era el reflejo del fin de un tiempo, de una época.  Éste fue mi primer contacto con La Isla, un paisaje crepuscular, el decorado de un western de fin de ciclo.

Durante unos meses en 2009, Rafael Cobos y yo estuvimos planteándonos la posibilidad de escribir una “historia negra” teniendo como inspiración la novela de Bolaño (2666) y películas como ‘El cebo’ de Vajda, ‘Mistery of murders’, ‘Chinatown’, ‘Conspiración del Silencio’, etc.  Sumado a eso, todo lo que nos evocaban las marismas, un lugar mágico y misterioso, donde la riqueza y el poder convivían con el dolor y la miseria de unos personajes fruto del pasado político y social del país, comenzamos a escribir una historia. Decidimos ambientarla en 1980, año de gran tensión entre las dos españas;  esa tensión, que como un rechinar de dientes, tenía que oírse por debajo.”

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