Pablo Berger escribe sin palabras una carta de amor a la animación

Por Rocío Ayuso para Audiovisual451.

De niño, todo lo que Pablo Berger quería era ir al Festival de Eurovisión. No a Cannes. Ni a Annecy, una ciudad que ni existía en su mente. Berger (Bilbao, 1963) no solo pertenece a esa generación de los años 60 criada entre el “La, la, la” de Massiel y el “Vivo cantando” de Salomé, sino que es parte también de la familia Uranga, los del “Eres tú” de Mocedades. Toda su familia se dedicaba a la música. Y él también quería. La música sigue en su vida. Pero la casa en la que Pablo se crió estaba pegada al entonces Cine Trueba, entre los cines Capitol y Buenos Aires, del centro de Bilbao. Desde su dormitorio escuchaba los pases de un cine que se dedicaba casi en exclusiva a proyectar películas de dibujos animados de los estudios Disney. En el Trueba fue también donde vio por primera vez en su vida una película, ‘Blancanieves y los siete enanitos’ (1937). Y no es que sus planes cambiaran del todo, tan solo se le abrieron los ojos a un medio que hasta ese momento desconocía. “Llego al cine a través de la música. Hay algo en el cine que me tomo como musical. Los planos son notas musicales, las secuencias, melodías. Y con las imágenes y la música ya tengo suficiente. Para mi el cine es escribir con imágenes”, confiesa ahora para Audiovisual451 perdido en sus recuerdos y con una gran sonrisa de satisfacción.

No habrá participado (aún) en Eurovisión. Probablemente no lo haga nunca. ¿Quién sabe? Pero su última película, ‘Robot Dreams’, se acaba de estrenar en el Festival de Cannes entre grandes críticas y un contrato de distribución que llevará esta cinta animada a Estados Unidos. Y en el Festival de Annecy, su primera incursión en la animación se ha llevado el Gran Premio ContreChamp en la meca del cine animado. “Como espectador, amo la animación y la he seguido desde que era niño, pero nunca me había planteado en mi carrera como director hacer una película en este medio”, confiesa.

Robot Dreams
‘Robot Dreams’.

De hecho, ese primer acercamiento de niño al clásico animado de Walt Disney dio frutos no en su primer largometraje, que fue ‘Torremolinos 73’ (2003, ganador de la Biznaga de Oro a la mejor película en el Festival de Málaga), sino años más tarde en su propia versión de ‘Blancanieves’ (2012), película muda que rodó en blanco y negro y que trasladando el cuento de los hermanos Grimm a un mundo de toreros y mantillas ganó el Goya al mejor guion original. Toda una ironía para alguien que colecciona cuentos y novelas gráficas sin palabras. “’Torremolinos 73′ o ‘Abracadabra’ (2017) tienen palabras, pero a la mínima tengo secuencias mudas, nunca hay grandes monólogos. Hay algo ahí -sopesa-. Y que conste que hay algunos directores que amo que escriben grandes diálogos como (Quentin) Tarantino o (Woody) Allen, pero hay otras muchas películas que detesto de grandes directores que, sin gran capacidad para el diálogo, los escriben. En las grandes secuencias de la historia del cine lo que pesa es una mirada, las pequeñas acciones. No es el diálogo. Al principio de mi carrera compré un libro muy pequeñito con todo lo que debes saber para hacer una película y decía eso de ‘tacha todo aquel diálogo que sea superfluo y no aporte nada’. Me lo tomé a rajatabla”.

Eso es ‘Robot Dreams’, un filme que sale del silencio en el que sus personajes no dejan de hablar con su mirada, con sus gestos, con su música. Un filme cuyo primer germen se dio en 2009, cuando la novela gráfica de Sara Varon cayó en manos del Berger coleccionista de relatos mudos y le conmovió, pero a la que volvió una década más tarde, desempolvando el libro de su estantería y aún más conmovido por esta historia sobre “la amistad, las relaciones, la fragilidad, la pérdida, con un final absolutamente maravilloso, conmovedor” decidió llevarla al cine. Pero como era también una historia de personajes antropomórficos (animales que se mueven como humanos) o la hacía en animación o no contaba esta historia. “Y como no me dan miedo los retos y tengo unos productores que me apoyan en mi singular carrera cinematográfica, aquí estamos cinco años más tarde”, resume.

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La financiación fue bastante fluida. El guion, trabajado junto a la autora, gustaba mucho, y el proceso según recuerda Berger se pareció mucho al de cualquier otra de sus películas. En un año estaba financiada. “Lo que dice Guillermo del Toro. La animación no es un género. Los cineastas son cineastas, usen la cámara, el stop-motion, los ordenadores. Yo pensaba que el proceso iba a ser un shock y solo puedo hablar de lo bien que me lo he pasado”, incide Berger.

Lo mismo va por la producción. Berger, alguien que parece no tener miedo a nada, se lanzó en un medio que desconocía cual Ted Lasso en la serie de televisión: se rodeó de los mejores. “Tuve la suerte de que un director de arte como José Luis Ágreda se subió al carro desde el principio. Se tiró un año trabajando conmigo. Y mi mano derecha fue mi director de animación, Benoit Feroumont, alguien con muchísima experiencia que había trabajado en ‘Les triplettes de Belleville’ y ‘El secreto de los Kells’ y que tenía en común con José Luis que los dos son dibujantes de cómics”, describe sobre sus compañeros de viaje.

Robot Dreams
Recogiendo el premio en Annecy 2023.

Otro de sus compañeros de viaje fue el covid. Comenzó a aflorar justo cuando iba a comenzar producción y eso le dificultó montar los equipos. La única pega que recuerda en esta aventura. Quería que quienes se sumaran a este viaje animado (muchos profesionales comparan el proceso de la animación a ver la hierba crecer) lo hicieran de manera presencial. Aun así, encontró animadores por toda Europa y como se jacta Pablo, “Arcadia, que ha sido mi productora de imagen real, fue tan valiente como para montar un estudio para hacer ‘Robot Dreams’”.

Fueron ‘pop-up’ estudios en Madrid y en Navarra donde Pablo hizo la película que quería, con técnicas 2D como también quería Varon, donde todo estuviera en foco como ocurre en el cómic y donde aportó sus conocimientos como director de actores y narrador de historias. “Lo que más me interesa del cine es que tiene que mostrar emociones. Hay cierto tipo de películas de animación donde el ‘acting’ de los actores tiende a la sobre actuación. Yo he ido a la contención, confiando en el ‘storytelling’. He intentado aproximar cómo trabajo con los actores a los animadores, esperando lo mismo de ellos”, describe. Por eso se saltó el proceso habitual de trabajar por planos. Berger trabajó por escenas. “Hasta que la escena no estaba acabada no quería revisarla. Obviamente complicó los procesos, pero necesitaba esa continuidad. No quería hablar con el plano solo. Hubo otra cosa que necesitaba como director de imagen real. Yo solo miro a los ojos de mis personajes. Son un detector de mentiras o de verdades emocionales. Lo mismo en los dibujos animados. Miraba a los ojos. Estaba obsesionado con la mirada”, detalla.

El método Berger de animación alargó el proceso, pero como él mismo se ríe, es un director paciente que hace muy pocas películas así que no tuvo nada de extraño. De hecho, le ha gustado tanto la experiencia que no descarta su vuelta al medio. “Ya ves que todos los directores de imagen real que la prueban, repiten. Fernando Trueba, Wes Anderson, Richard Linklanter -enumera-. Al fin y al cabo, en el cine de imagen real, la película soñada se convierte en otra. Siempre mejor de lo que has soñado, pero siempre diferente. Los directores de imagen real estamos acostumbrados a que las películas tienen una vida que tú sueñas y luego aparece el cámara, los actores, problemas que te encuentras, y hacen otra. Pero en animación, el ‘story-board’ se convierte en animática como si fuesen los planos de una construcción para un arquitecto y la película soñada se acerca muchísimo a la película que el director soñó. Para uno que le gusta el control, que le gusta el detalle y que es muy perfeccionista, perfil de director con el que me identifico, y que es paciente como yo, pues he disfrutado muchísimo. Seguro que volveré a repetir la experiencia”, resume.

Robot-Dreams
‘Robot Dreams’.

De la misma manera que se enfrentó a los prejuicios del público cuando estrenó su Blancanieves muda y en blanco y negro para una audiencia rápida a la hora de decir eso de ‘yo no veo películas mudas y en blanco y negro’ ahora no le preocupa enfrentarse a los prejuicios de esos que piensan que la animación es para niños. “Tienes que ver la película, no cómo está hecha”, taladra a quien quiera escucharle.

Y quien además quiera ver su obra, lo que encontrará es no solo un exultante canto a la amistad sino una embriagadora historia de amor al Nueva York que conoció junto con su esposa, la editora musical Yuko Harami, en los 80. “Fuimos obsesivos”, resume de uno de los puntos que más le preocupaban. Porque su Nueva York no estaba en la novela gráfica de Varon. Fue una de las múltiples cosas que añadió siguiendo el espíritu de una obra y una autora que, no se cansa de repetir, fueron imprescindibles para la realización de su ‘Robot Dreams’. “No habría película de no ser por Sara Varon”, repite de nuevo. Pero en tiempos de covid, durante la producción nadie podía viajar como habían pensado a Nueva York, ciudad en la que Ágreda tan solo había estado una vez de turista. Harami se encargó de que el Nueva York de ‘Robot Dreams’ fuera el soñado (y vivido) por Berger. Un detalle que pasó “la prueba del algodón” cuando Neon, compañía con sede en Nueva York, compró la cinta para su distribución en Estados Unidos. “Cuando la compraron nos dijeron eso de que veían el Nueva York que conocen, el que conocían en los 80. Fue una respuesta maravillosa”, se deleita.

BTeam estrenará ‘Robot Dreams’ en salas españolas el próximo 6 de diciembre.

Además de los filmes que vio en el cine Trueba, como muchos de los de su generación el resto de la animación que mamó vino de la televisión. ‘Meteoro’, ‘Mazinger Z’ y obviamente los dibujos animados de la Hanna-Barbera, de Chuck Jones, los Merrie Melodies. “Pero luego salto a un momento clave que a una generación española nos marcó mucho que fueron ‘Heidi’ y ‘Marco’. Ahí descubrí una animación que era muy diferente a la que había visto antes, de comedia, de entretenimiento. Ahí me están hablando de emociones y en ese momento no sabía quién estaba detrás hasta que descubrí que estaban (Isao) Takahata y (Hayao) Miyazaki. Aquello fue un gran impacto”, incide ahora como otro de los grandes puntos de inflexión en su entrada al mundo animado. Un universo en el que fue descubriendo años más tarde a Mamoru Hosoda, a Masaaki Yuasa o la mirada franco belga de Sylvain eChomet y sus ‘Triplettes de Belleville’ o cintas como ‘Ernest and Célestine’ y ‘I Lost My Body’. Y el stop-motion de ‘La vida de calabacín’ (2016), ‘Mary and Max’ (2009) y ahora el ‘Pinocho’ de Guillermo del Toro.

¿Y de España? ¿Qué es lo que más disfruta en el campo animado? “Obviamente hay unos pioneros que se tuvieron que marchar fuera y hay otros que montaron estudios donde casi todo lo que se hacía era publicidad y alguna película suelta. Pero en los últimos diez años ha habido cambios. Lo hablaba con Iván Miñanbres, el productor de ‘Unicorns Wars’. Cuando presentó su primera película, les miraban por encima del hombro. Luego vino el éxito de ‘Psiconautas’, de ‘Unicorn Wars’. Y como me decía, ‘ahora las televisiones me están tomando en serio’. Ahí está también Sergio Pablos con ‘Klaus’, o el éxito de ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’. También está el de Fernando Trueba. Si pensamos en las películas que se están preparando en España, hay cinco o seis largometrajes personales, especiales. Hay una buena ola de cine de animación. Estamos en un momento interesante de la animación española”, concluye.

‘Robot Dreams’ está producida por Arcadia Motion Pictures y la productora navarra Lokiz Films, en coproducción con Noodles y Les Films Du Worso (Francia), en asociación con Elle Driver y Mama Films, con la participación de RTVE, Movistar+, Canal+ y Cine+, con la financiación del ICAA, el apoyo del ICEC, Eurimages, CNC y MEDIA, en asociación con La Banque Postale.

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