Se inaugura el Instituto Cervantes en Los Ángeles con la misión de ser el referente del cine español y en español

Por Rocío Ayuso

La reina Letizia será la encargada de llevar hasta California el legado de Cervantes con la inauguración del nuevo centro del Instituto que lleva el nombre del autor de ‘El Quijote’. La esposa de Felipe VI se encargará de descubrir una placa conmemorativa en el primer instituto Cervantes de la costa oeste de Estados Unidos y estrenará el libro de honor con su firma, el 13 de diciembre.

También estará en el acto Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, poeta y viudo de la recordada Almudena Grandes, así como otros representantes públicos. Se trata de un Instituto que, haciendo honor a su localización, a escasa distancia de las soñadas letras de Hollywood, bautizará su biblioteca con el nombre de Pedro Almodóvar, maestro del cine que mandará en un vídeo sus mejores deseos a la lengua de Cervantes.

Pero una vez que pasen los oropeles le tocará al escritor Luisgé Martín cuidar del fuerte defendiendo la lengua de 500 millones de hispanoparlantes. Y para este escritor de 60 años, amante de la música y del cine y artífice de los discursos del presidente Pedro Sánchez, la defensa de la lengua castellana va más allá de las palabras. “La labor del Instituto Cervantes es similar a la de sus homólogos europeos, la de difundir la lengua en el extranjero, desarrollando tareas académicas, formando profesorado, pero también apoyando las manifestaciones culturales del español, no solo de España. La música, la literatura y las artes visuales en un sentido amplio. Incluso las expresiones científicas. Todo lo que esté hecho en español”, puntualiza.

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Como Luisgé recuerda, Los Ángeles es un sitio muy especial, con un peso hispano que no tienen otras ciudades que albergan alguna de las sedes del Instituto Cervantes. De ahí que los objetivos profesionales y personales se diferencien algo de la agenda de este organismo. Por un lado, está la idea de hacer un gran centro de lo español en colaboración con México. “Hablamos del país que aporta más hispano hablantes y que está a dos horas de aquí”, recuerda rodeado de calles escritas en español dada la fuerte herencia hispana en la zona.

La otra misión específica de este Instituto es dar una atención especial a la industria audiovisual. “La cultura del entretenimiento está moviendo la cultura del siglo XXI. El cine español y el latinoamericano podrían tener una presencia más potente y poderosa, como la que tienen cada vez más en la televisión. Y en la medida que el Instituto Cervantes pueda colaborar lo hará”, enumera el encargado de que esta misión se cumpla.

Acaba de llegar y el edificio aún está vacío. Pero su cabeza está llena de planes. Y la ubicación de esta nueva sede ofrece una pista de sus intenciones. El edificio que ahora ocupa el Instituto Cervantes fue durante años la sede de una de las productoras hispanas más destacadas en Hollywood, Arenas Entertainment, mucho antes de que esta industria descubriera la palabra de diversidad. Irónicamente su fundador, el riojano Santiago Pozo, siempre fue también un defensor de la lengua de Cervantes, demandando (y consiguiendo) que el ayuntamiento angelino corrigiera los carteles de aquellas calles con “ñ” añadiendo la virgulilla en las “n” calvas que se lo merecían.

De los años de Arenas aún queda en la nueva sede del Instituto Cervantes la sala de proyecciones, muy utilizada en la temporada de premios y que Luisgé quiere convertir en un centro de referencia del cine español y en español. “Me gustaría que lo que se haga en español se estrene aquí, que tenga una proyección, de forma que la gente interesada no tenga excusas para decir que desconoce lo que se están haciendo en España. Tenemos la obligación de cruzar la siguiente línea y que el cine español sea algo más que Pedro Almodóvar y Penélope Cruz, Javier Bardem, Antonio Banderas y un poquito de (Fernando) Trueba”, explica. Todos ellos son maravillosos, que nadie se siente excluido. Nada más llegar a Los Ángeles, Luisgé tuvo la oportunidad de disfrutar de la sala que el Museo del Cine de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas ha dedicado al realizador manchego. “Y me embargó una sensación de lo que podemos cuando hay algo con talento y valor. Pero en el cine español este año se ha demostrado que hay más talento, un recambio generacional y tenemos que compartirlo”, explica.

No habla solo de películas sino también de todo lo que tiene que ver con la televisión. Como muestra, un botón como el encuentro fortuito que tuvo en la zona de West Hollywood de Los Ángeles con el actor español Arón Piper, uno de los protagonistas de ‘Elite’. “Me llenó de orgullo que le pedían fotos. El audiovisual español y latinoamericano ha tenido éxitos rotundos no ya en un mercado interno sino con un mercado inglés. Si todos seguimos trabajando y empujando lo tenemos relativamente fácil”.

Para ese empuje piensa invitar a todo el que se ponga a tiro empezando por las instituciones que representa. “El estado puede ayudar de la forma que lo está haciendo e incluso mejorando. Este año se montó un viaje de ida y vuelta entre Hollywood y España en el que estuvo el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se reunió con los grandes directivos de los estudios. Ellos devolvieron la visita en mayo o junio cuando se les llevó a España a comprobar no solo el talento más industrial con el que contamos sino todas las virtudes (que ofrece) como plató por el clima, la diversidad de paisajes además de los incentivos fiscales que, aunque son muy importantes, habría que mejorar. Por eso se trata de seguir la labor y por parte del Instituto Cervantes hacer lo que me corresponde, trabajando con la consejería de comercio del ICEX para que lo que para mi es un rostro cultural, sea también comercial”.

El madrileño premio Herralde en 2020 con su novela “Cien noches” también tuvo sus escarceos con el cine. “Quise ser director de cine y antes, músico. Me matriculé en el conservatorio y la humillación fue tan absoluta que lo descarté. Pero hubo una época larga en la que veía más de una película diaria. Vivía en la Filmoteca, en los (cines) Alphaville, en los Renoir. Esa época en la que Madrid era un hervidero de cine de arte y ensayo. Lo que quería era hacer cine y rodé películas en super8. Pero el problema del cine, como del teatro, es que necesitas una industria, necesitas pasta. Y escribir, escribo desde los 9 años sin más. La necesidad de comunicar cosas y entender el mundo a través del arte estaba en mi desde niño”, intenta explicar esta pasión que como reconoce este defensor de la normalización de la vida pública de los homosexuales, casado con el ilustrador Axier Uzkudun, en ocasiones fue también una tabla de salvamento. “En algunas épocas difíciles de adolescencia y juventud el cine me salvó la vida. Tener ese refugio oscuro me salvó la vida”, admite.

La dirección no fue lo suyo, pero con los guiones probó suerte. “Escribí uno y ahora que estoy en Hollywood igual lo rescato”, comenta divertido. Fue la adaptación de uno de sus cuentos que siempre le pareció más bien una película. “Lo leyeron tres personas y la opinión no fue demasiado buena -se ríe-. Por eso lo dejé. Pero ahora lo voy a releer. A lo mejor el guion es malo pero la idea quizás es buena cinematográficamente”. El autor de “La muerte de Tadzio” (2000) ha contado también con tres intentos serios de adaptaciones, entre ellos el que aún está en marcha para llevar “La misma ciudad” a la pantalla de la mano del realizador español Salvador Calvo.  Pero ahí lidia con los “tiempos del cine”, suspira.

Amigo personal de la directora y guionista Ángeles González Sinde, ella no solo le ha dado pautas para conocer mejor esta industria sino para conocer la ciudad de Los Ángeles en la que aún se encuentra algo marciano sin dominar ni el idioma ni la conducción. Lo que domina es la lengua que ha venido a defender, llámala como quieras llamarla.  “El español ha sido mi pasión desde jovencito. Siempre quise ser escritor, trabajando en el mundo editorial desde todas las trincheras y en la parte pública en el ministerio de cultura”, resume el que se siente parte de esa generación que creció leyendo los grandes autores del llamado “boom latinoamericano” que cambió la forma de escribir al mundo hispanoparlante, con Borges, Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, José Donoso, Carlos Onetti…. “¡Gente tan distinta! Lo que hicieron demuestra que con un idioma compartido que nos permite comunicarnos, progresar juntos económicamente, culturalmente, hay una diversidad fascinante. Como lo quiera llamar cada uno es uno más de los debates estériles. Pero poder compartir ese idioma con 500 millones de personas que lo hablan como primera lengua además de todos los que lo hablan ya como segunda lengua en Estados Unidos es nuestro mayor activo”.

Luisgé Martín

Luisgé también está en contra de esos que quieren tachar el español como la lengua del conquistador, una desunión estéril, como dice, que no conduce a nada. “Esto va a ser un periodo. Hay que asumirlo con firmeza y escepticismo e intentar remar en sentido contrario, el de la unidad”, reclama.

Otro debate complicado es el que pide un lenguaje sin género de una lengua como el castellano donde hasta los objetos inanimados tienen sexo. “Yo no creo que sea posible el lenguaje inclusivo”, sopesa sobre un movimiento al que dice “daría la importancia justa”. Hay mucha gente que necesita manifestar su disidencia sexual a través de algo que sea transgresor, dice, y ha encontrado este espacio. “El español se reajustará. No creo que vayamos a un genero neutro. Me parecen bien los usos que haga cada uno, aunque a veces los triplicados o duplicados son cansados en el discurso. Me entran ganas de gritar eso de ‘malditos problemas del primer mundo’. El sentimiento de identidad sexual es una de las cosas que te define y te construye y lo único que debemos ceñirnos es a ser respetuosos”, resume alguien que pese a la reciente iniciativa en el Festival de San Sebastián de poner en marcha una premiación sin género no piensa que vaya a ver durante sus años en Los Ángeles un único Óscar de interpretación. “Pero si lo hay, también me parecería bien”, concluye. “La industria estadounidense lleva años haciendo un cine cansino lleno de superhéroes. El cine extranjero puede aportar historias de seres humanos en el centro de sus tramas. Nos hemos virado mucho hacia el entretenimiento y hemos abandonado lo que tiene el cine de lenguaje de reflexión y de arte”. Y eso es algo que a Luisgé, al frente del Instituto Cervantes, le gustaría solucionar.

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