Cuando la música cuenta historias: tendencias globales en sincronización musical

Por David Casadiego, IP Specialist de ClarkeModet.

La sincronización musical representa hoy una gran oportunidad de generación de valor tanto para músicos y artistas como para la industria audiovisual. Este proceso, que implica usar música y fonogramas originales en contenido visual (usualmente series, videojuegos o videoclips publicitarios), ha evolucionado desde una tarea técnica hasta convertirse en una estrategia creativa de alto impacto. Actualmente, existen tres principales formas de musicalización en el audiovisual: el uso de música atemporal (uso de catálogos musicales ya existentes en obras audiovisuales); la composición de música bajo parámetros y elementos que incrementen su aptitud de sincronización; y la composición original, hecha a la medida de una producción audiovisual, bajo la modalidad de obra por encargo. Hoy, la sincronización musical es todo un agente transformador y un motor de innovación y colaboración creativa.

La sincronización musical se ha entendido tradicionalmente como un proceso de licenciamiento para ambientar escenas o fragmentos específicos de un audiovisual. Sin embargo, hoy no solo se ha convertido en uno de los segmentos más dinámicos y rentables de la industria musical, sino también de mayor proyección. Lejos de ser un recurso secundario, la sincronización se ha consolidado como una herramienta expresiva capaz de definir el tono, ritmo y profundidad emocional de una producción, y de ser plataforma de lanzamiento estelar para proyectos y carreras musicales.

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El crecimiento económico de esta práctica es evidente. Según datos de la RIAA (Recording Industry Association of America), las regalías por concepto de sincronización ha aumentado un 30 por ciento en apenas tres años. Este auge está estrechamente vinculado con el éxito global de series y películas que integran la música como elemento central. Un ejemplo es ‘The Umbrella Academy’, cuya musicalización con catálogo de época fue clave en su identidad y éxito (no por nada fue producida y escrita por Gerard Way, quien a su vez es líder y compositor de la banda My Chemichal Romance). Otro caso emblemático es ‘Stranger Things’, donde la icónica escena acompañada por “Running Up That Hill” de Kate Bush revitalizó la canción compuesta en 1985, llevándola a convertirse en la segunda más escuchada del año en Inglaterra y Estados Unidos casi 40 años después. Este tipo de sinergias demuestra cómo la música puede amplificar el impacto cultural de una obra audiovisual, y viceversa.

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Simbiosis músico-cinéfila

Ambas industrias han comprendido el poder de trabajar en conjunto. En el ámbito musical, los compositores ahora consideran la “capacidad de sincronización” como un criterio en la creación musical, buscando estructuras, atmósferas y letras que narren historias. Por otro lado, la industria audiovisual prioriza cada vez más el rol del supervisor musical, así como las ventajas de contar con composiciones originales.

Hoy en día existen campamentos de composición musical organizados por majors musicales o compositores independientes, exclusivamente orientados a crear música con alto potencial de sincronización. Asimismo, estas majors han comenzado a ofrecer servicios de supervisión musical, asesorando directamente a productoras audiovisuales y ofreciendo soluciones integrales que incluyen licencias, sincronización y música por encargo adaptada a las necesidades narrativas de cada proyecto.

Protección de los autores

En este contexto de colaboración estrecha entre música y audiovisual, una correcta gestión de los derechos de propiedad intelectual es esencial. La claridad en licencias, la identificación de titulares y la gestión de regalías se convierten en elementos clave para que la sincronización funcione sin fricciones. Además, con la llegada de tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial, surgen nuevos retos: ¿cómo se gestionarán los derechos de una obra musical o audiovisual generada por IA y sincronizada en una producción audiovisual? La industria debe prepararse para este escenario, anticipando soluciones contractuales y de business affairs adaptados a estos nuevos contenidos.

El futuro de la sincronización musical está marcado por una integración cada vez más imprescindible entre lo visual y lo sonoro. Es posible que próximamente veamos cargos de supervisión musical completamente asumidos por compañías discográficas, o campamentos de composición musical liderados por directores audiovisuales. Esta tendencia, más que una moda, apunta a una forma sostenible y estratégica de generar valor artístico y comercial para ambas industrias. La música ya no solo acompaña imágenes; las potencia, las transforma y, muchas veces, las define, mientras que el audiovisual puede catapultar la distribución y alcance comercial de un proyecto musical.

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