‘La bruja’: cómo conseguir una ambiente de terror a través de la luz, el sonido y los decorados

Nueva Inglaterra, 1630. Ante la amenaza de ser repudiado por su iglesia, un granjero inglés decide abandonar el pueblo y establecerse en plena naturaleza con su esposa y cinco hijos, en medio de un inhóspito bosque donde habita algo maléfico y desconocido. Enseguida empiezan a pasar cosas extrañas: los animales se vuelven agresivos, la cosecha no prospera, uno de los niños desaparece mientras que otro parece estar poseído por un espíritu maléfico…

Las sospechas y la paranoia aumentan, y la familia acusa de brujería a Thomasin, la hija adolescente, algo que ella niega rotundamente. Las circunstancias empeoran, y la fe, lealtad y afecto de los miembros de la familia son puestos a prueba de manera inimaginable.

El director y guionista Robert Eggers ofrece, en su primer largometraje, una visión diferente de la brujería al sumirse en las pesadillas de un pasado no tan lejano, cuando la gente, temerosa de Dios, creía en las brujas, mujeres regularmente perseguidas por practicar ritos de magia popular que amenazaban la hegemonía de la Iglesia, y que la vieja del pueblo mataba a los niños lactantes. ‘La bruja’ se centra en una familia puritana que vive aislada, y cuya fe y devoción se tambaleará cuando se enfrente al horror primigenio que vive en el bosque. La cinta está meticulosamente pensada para sorprender, además de rendir homenaje al cine a cualquier nivel de producción. Es el primer largometraje de Robert Eggers, ganador del Premio al Mejor Director en el Festival de Sundance 2015, una nueva voz en el género de terror que irrumpe con fuerza. ‘La bruja’, una de las películas más aterradoras de los últimos años, inquieta y asusta. En palabras de su creador: «Hay muchos sustos en la película. Los sustos son necesarios en una película de terror, pero no plantean cosas terribles. El lado oscuro del ser humano siempre se codea con el lado más luminoso, y debemos examinarlo para entender mejor quiénes somos. Las historias de terror que nos tocan más profundamente son aquellas que nos enfrentan a las sombras de nuestra sociedad y también a nuestras sombras individuales».

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La iluminación de ‘La bruja’

‘La bruja’ está impregnada del idioma e imágenes de los clásicos cuentos de hadas donde los bosques vivían, hablaban y se movían tal como recogieron los hermanos Grimm en sus colecciones y otros muchos autores desde el siglo XIX hasta los años de entreguerras. De niño, esos cuentos fascinaban a Robert Eggers, no solo por su contenido, sino también por las maravillosas ilustraciones de dibujantes como Harry Clarke y Arthur Rackham, cuyos estilos incluso influenciaron esta película. «El estilo de los ilustradores de la edad de oro de los cuentos de hadas ha sido una influencia mayor que cualquier cineasta», reconoce el director.

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Pero esa era dorada también fue muy importante para Jarin Blaschke, el director de fotografía de varios cortometrajes de Robert Eggers y de ‘La bruja’. A pesar de proceder de la costa noroeste de Estados Unidos, no tardó en hacerse con los colores, matices y luz de Nueva Inglaterra. Describe la película como «de una naturalidad muy creíble a pesar de ser aparente», además de exhalar una opresión controlada de la que casi no se puede escapar. «Nuestra idea era que la cámara llevara al espectador hacia el horror», explica. «Contamos con la imaginación del público para completar las imágenes y así, en cierto modo, la experiencia se hace más personal».

Para conseguir el aspecto que deseaban para la película, sobre todo el grado de oscuridad y de luz en la casa, Jarin Blaschke y Robert Eggers fueron juntos a la Plimoth Plantation y se dedicaron a medir la luz en una típica casa rural del siglo XVII, cuando solo se disponía de luz natural durante el día y, una vez que se ponía el sol, de alguna que otra vela y de las llamas de la chimenea. La iluminación de la película es totalmente fiel a la época. Las escenas nocturnas solo están iluminadas por las llamas del hogar y tríos de velas hechas a mano muy parecidas a velas de sebo. «La luz parpadea, se mueve y casi desaparece, como habría ocurrido entonces», explica el director de fotografía. «Si a eso se le añade una interpretación impecable, un vestuario perfecto y un gran diseño de producción, el espectador siente que le han transportado a Nueva Inglaterra en 1630».

Los decorados de ‘La bruja’

El diseñador de producción Craig Lathrop recreó una granja de la época basándose en los dibujos que se encuentran en la biblioteca de la Plimoth Plantation, una zona boscosa del norte de Ontario, Canadá, cerca de un pueblo maderero llamado Kiosk. Muy a pesar suyo, el diseñador tuvo que aumentar un tercio el tamaño de las ventanas para que penetrara bastante luz. «Craig no quería hacer ningún tipo de concesión en la construcción de los decorados, y muchos eran estructuras completas», explica Robert Eggers. «Todo lo que aparece en la película se construyó con los materiales y las técnicas disponibles para una familia puritana, desde los listones de roble cortados a mano, hasta los tejados de madera con paja encima. Usaron técnicas y herramientas de la época siempre que fue posible para que el mundo en el que transcurría la historia resultara más creíble y auténtico».

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La diseñadora de vestuario Linda Muir (‘Sinfonía en soledad: Un retrato de Glenn Gould’, ‘Exótica’) visitó la Plimoth Plantation para estudiar la ropa, además de ponerse en contacto con Stuart Peachey, el hombre que más sabe de los atuendos usados por el pueblo inglés en la época. A partir de la documentación recabada, diseñó prendas de lana y de lino que fueron cosidas a mano para encajar con el empeño del director en ser lo más fiel posible al periodo descrito en cualquier nivel de la producción. Las telas pesaban y restringían los movimientos de los actores, sobre todo los adultos, que debían trabajar con el ganado, cortar leña y hacer múltiples tareas de ese tipo durante la filmación. «Al principio me preguntaba cómo conseguían vestirse solas las mujeres», recuerda Anya Taylor-Joy. «Tardé dos semanas en conseguir vestirme sola. Me sentí muy orgullosa de ponerme mi atuendo puritano sin la ayuda de nadie».

El vestuario también ayudó a la joven actriz a entender las limitaciones impuestas a las mujeres por la sociedad de entonces. Las restricciones y la represión formaban parte de la vida diaria en la época puritana, sobre todo para las mujeres. «El traje me ayudó a comprender la diferencia entre los hombres y las mujeres», dice Anya Taylor-Joy. «Los hombres y los chicos llevaban unos pantalones anchos que les permitían moverse con facilidad. Pero ahí estaba yo, intentando defenderme y correr con un vestido en el que apenas podía respirar. Me costaba mantenerme de pie».

Solo se usó maquillaje para imitar la suciedad, los fluidos corporales y los estragos del agotamiento físico en William y Katherine. En cuanto a la escurridiza bruja, Robert Eggers encontró a Bathsheba Garnett, una nonagenaria con la fisionomía de una bruja arquetípica.  La diseñadora de maquillaje Traci Loader se centró sobre todo en los detalles naturales, como pueden ser rastros de suciedad en las caras, mugre debajo de las uñas, dientes algo ennegrecidos, y subrayó el aspecto de la Sra. Garnett ensombreciéndolo.

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El sonido de ‘La bruja’

‘La bruja’ es, ante todo, una película de terror que transcurre en un entorno natural, por lo que la banda sonora y el diseño de sonido debían impresionar, trascender y tener algo de malévolo a partes iguales. «El sonido de la naturaleza siempre debía estar muy presente», explica Robert Eggers. «Se trataba de encontrar las tonalidades adecuadas y crear un ambiente sonoro denso a partir del sonido de los árboles, el chirrido de las paredes de madera, el agua de los riachuelos y los aullidos del viento«. El compositor Mark Korven es un estudioso de la historia de la música, muy especialmente de la época, y se especializa en sonidos extraños. Trabajó con el realizador para transformar unos salmos del siglo XVII cantados por un coro protestante en una música disonante y atonal que ocasionalmente acompaña las escenas más aterradoras de la película.

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En principio, Robert Eggers quería que un cuarteto de violas interpretara la música. Mark Korven utilizó las violas, pero también introdujo instrumentos muy especiales, como la nyckelharpa, un instrumento de cuerda parecido al violón usado en la música tradicional sueca, y el jouhikko, una especie de lira muy antigua. Asimismo, contrató al Element Choir, un coro experimental de Toronto dirigido por Christine Duncan, para ser la voz del bosque. Sus innovadoras vocalizaciones intensifican las escenas en plena naturaleza.

El diseño de sonido de Adam Stein (la serie «The Strain») subraya la partitura de Mark Korven. Se inclinó por acompañamientos minimalistas y naturales después de visionar un primer montaje sin música. «La partitura de Mark tiene mucha fuerza, por eso intenté buscar momentos más tranquilos que compensaran la emoción que produce su composición», explica el diseñador de sonido. «Grabé vientos y sonidos procedentes del bosque para crear una tensión de baja frecuencia sin que se apoderara de las escenas que transcurren entre los árboles». El resultado es un uso del sonido lleno de virtuosismo que se funde a la perfección con el ambiente de la película. «El diseño de sonido es la fusión perfecta entre la partitura de Mark y el increíble trabajo de ambientación sonora realizado por Adam Stein», dice el realizador. «Es más, hay momentos en la película en que el diseño de sonido se convierte en partitura y viceversa».

El rodaje de ‘La bruja’

El rodaje de ‘La bruja’ duró 26 días y tuvo lugar en el norte de Ontario, en una zona boscosa muy parecida a los bosques de Nueva Inglaterra que Robert Eggers conoció en su infancia. Los enormes árboles se convirtieron en personajes de la película. Sin embargo, para encontrar un bosque virgen con un claro, fue necesario alejarse de las ciudades más importantes, lo que dificultó algo la logística, sobre todo los desplazamientos del reparto y del equipo, que se alojaron en la pequeña ciudad de Mattawa. «El rodaje estaba bastante alejado, no había cobertura ni wi-fi y poquísimos baños portátiles», dice Robert Eggers, riendo. «Pero era mágico porque tuvimos que enfrentarnos a grandes dificultades, al igual que la familia puritana de la historia».

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La película se rodó a finales de la primavera, pero aún había parches de nieve en el suelo que se disimularon con musgo. Los bancos de nieve más importantes se esparcieron con sopladores. Las hojas habían empezado a brotar, y tanto el equipo como los actores se dedicaron a arrancar las hojas nuevas para mantener un bosque de carácter más bien invernal y desolado. La casa donde vive la familia está construida en un claro muy cerca de la primera línea de enormes árboles, el equivalente a la frontera entre la civilización y lo desconocido. El director de fotografía Jarin Blaschke intentó filmar la mayoría de los exteriores con poca luz. «Si hubiéramos rodado a pleno sol, habríamos destruido el ambiente», explica. «Por mucho que se corrijan los colores en la postproducción es imposible imitar un auténtico tiempo plomizo. Si llegamos a falsearlo, habríamos socavado la autenticidad que buscamos desde un principio».

Jarin Blaschke utilizó la cámara Arriraw de Arri Alexa con un sensor de 4×3 y objetivos Cooke de los años 50 y 60 que distorsionan los fondos «casi como si se viera la película a través de una bola de cristal», explica. «Se rodó en 1:66 para dar más altura al fotograma y que los árboles parecieran más altos e impresionantes, además de conseguir que los interiores fueran más íntimos y claustrofóbicos.

Hubo que adaptar el plan de rodaje a la meteorología. «Fue un rodaje muy duro», reconoce Robert Eggers. «No queríamos que hiciera sol, queríamos que estuviera nublado. Fue una auténtica pesadilla». Jarin Blaschke añade: «En el 90 % de casos que sale el sol, está justificado porque sirve para apoyar lo que se cuenta. Por ejemplo, cuando Thomasin y Caleb cazan en el bosque y tienen suerte. De golpe, todo se estropea y vuelven las nubes».

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