‘La dicción de los actores de cine en España’, por Moises de Las Heras Fernández

Moises de Las Heras Fernandez es novelista, dramaturgo, actor y director teatral.

Para responder correctamente a la pregunta de si la dicción del actor de cine en España es correcta o no debemos antes analizar cuatro frentes: el cultural, el técnico, el dramatúrgico y los cliches generacionales. Respecto al cultural, reparemos primero que, en muchos países, las películas extranjeras no se doblan. Eso crea una cultura audiovisual determinada: allí, el público mayoritario está acostumbrado a leer subtítulos mientras que aquí las películas en VO quedan relegadas a un sector social minoritario y sólo en determinadas ciudades de gran población. Que se doblen o no películas afecta al concepto que tenemos de correcta dicción para cine.

Sigamos analizando. Vayamos al factor dramático. El oficio de doblador es completamente distinto al del actor de teatro o el de cine. El doblador se debe a un micro, un estudio y un tono aplicado a unos medios técnicos determinados. El actor español no solo habla, también interpreta y eso condiciona su dicción. Sólo quien se sube a un escenario o actúa para cine o teatro y luego para estudio, lo sabe. Cada dicción es diferente, son habilidades dramáticas diferentes. Y vayamos al factor técnico: los equipos. Los equipos de las empresas de doblaje consolidadas son más potentes, juegan con efectos grabados de gran calidad y no todas las productoras de cine cuentan con tales medios.

Por otro lado, muchas veces se graba en directo al actor, con medios potentes pero diferentes. El propio actor no se dobla a sí mismo después en un estudio, (algunos como Garci lo hacen, y los resultados se ven, incluso con actores jóvenes), otros no, graban la voz en el set o en exteriores, y eso también condiciona la dicción. Por último, los medios técnicos que tenemos en casa (los baffles incorporados a las televisiones o incluso los equipos de sonorización 5.1) están predeterminados para el doblaje, no para películas con voz grabada con jirafa y eso hace que se oiga mal en casa, lo cual no implica, necesariamente, que el actor tenga mala dicción.

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Y en cuanto a los cliches que decíamos, estamos acostumbrados al doblador profesional cuya entonación es similar al actor de teatro. Estamos acostumbrados, sobre todo la gente mayor, a un tipo de actor teatral de cierta edad con los que hemos adiestrado gusto y oído (Fernán Gómez, J.L. López Vázquez…) actores de dicción teatral cuya articulación es cercana al doblador. Es una cuestión de costumbre (volvemos al principio) ¿Se les oye mejor, vocalizan mejor? A efectos reales, sí, pero no olvidemos los condicionantes. A los viejos se les oye mejor y articulan mejor por cuestiones técnicas y culturales, hay factores que nos hacen percibir esto así. El problema de los actores jóvenes es que, primero, conscientes de que teatro, doblaje o actuación cinematográfica son tres especialidades diferentes, ha surgido una corriente actoral que pretende restar teatralización al cine y renovar la dramaturgia cinematográfica aprovechando los recursos de cercanía de la cámara al actor y los medios técnicos.

El problema es que no hay medios técnicos que lo permitan. De igual modo, el formato de dicción del actor para cine aún está en mantilllas en España, por falta de trayectoria, recursos, cultura, costumbre y condicionantes. De igual modo, el actor joven es joven, no tiene trayectoria y no han adquirido aún un poso, por un problema sencillo de edad y experiencia. Pensemos en las primeras actuaciones de aquellos actores que hoy tanto adoramos, cuando empezaron. Hagamos la prueba y proyectemos en nuestro vídeo una de las primeras películas de Paco Rabal, de Fernán Gómez, o incluso Imano Arias o Maribel Verdú y veremos que muchas veces no son superiores a un Mario Casas o a una Lucía Jiménez. Incluso en ocasiones… Y, por último, el cliche generacional. El espectador joven rechaza al actor viejo por sobreactuado y falta de profundidad en el personaje. El espectador viejo rechaza al espectador joven por falta de calidad y credibilidad en el personaje, entre ellas la dicción, pero es un fenómeno con varios condicionantes ya expresados que se omiten a la hora de elevar un juicio ponderado del problema.

El actor joven debe luchar no sólo contra la costumbre de demasiadas películas dobladas (nos resultaría también imposible aceptar la voz auténtica de Robert de Niro en inglés o la voz meliflua de Clint Eastwood en original) Debe luchar contra un espectador cuyo oído ha sido adiestrado a este medio. Item más, la nueva generación de actores ‘yogurines’ es rechazada, vilipendiada y menospreciada per se, pertenece a  esa estirpe indeseable de los ‘niños logse’ detestada a priori antes de ser valorada, lo cual también influye en la valoración de su trabajo.

Pero es algo que ha ocurrido en todas las épocas con todas las generaciones. Cuando rechazamos lo que no pertenece a nuestro tiempo de adolescentes, cuando nos parece deficiente lo nuevo por ser nuevo y sólo admitimos a los jóvenes que se parecen a lo que fuimos nosotros, cuando perdemos la objetividad y flexibilidad en el juicio, esa es la auténtica señal de que nos hacemos viejos, no la calva ni los gordo que estemos ni los años.

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