Raimundo Hollywood repite como cada año con John Williams

¡Qué sería de los veranos en Los Angeles sin los conciertos al aire libre de la Hollywood Bowl! Como un día sin pan. ¿Y qué sería del cine sin la música de John Williams? El acabose. Por eso un año más aquí Raimundo Hollywood y Ovedito, el oso mitómano, nos fuimos a esa cita anual obligada que es el concierto de John Williams, al frente de la orquesta filarmónica de Los Angeles, en el Hollywood Bowl. ¡Qué gozada! Nunca sonó mejor, más fuerte, más claro y más en el alma. Lo echaron todo. Lógico. Además de papá Williams (que acaba de hacer una “generosa donación” para la próxima celebración del centenario de la filarmónica de Los Angeles) estaba papá Spielberg, su compañero artístico desde hace 45 años, que se dice pronto.

Steven se encargó de presentar las piezas y dejó al veterano compositor la música. Los dos nos dieron una muestra de lo que serían las películas de Spielberg sin la música de John poniendo un fragmento de ‘Indiana Jones y la última cruzada’ con y sin música. Y sí, como dijo Steven, sin la música de Johnny su cine no sería lo que es.

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De ahí que luego tocaron los 10 últimos minutos de ‘ET’ así, en vivo, en directo con las imágenes de un filme que se va quedando viejo en efectos pero nunca en música como demostraron los lagrimones que se le caían a Ovedito escuchando ese “I’ll be right here”. Y la marcha imperial de ‘Star Wars’ nunca fue tan imperial como con el acompañamiento de trompetas del U.S. Army Herald Trumpets.

Un concierto de antología donde el friki de David Newman, fan número uno de la música de cine, no solo nos recordó que gracias a Williams las bandas sonoras han salido de sus películas para ser reconocidas por su música sino que se dirigió temas como el “Olympic Fanfare” o “Flight to Neverland” con unos montajes que nos pusieron los pelos como escarpias. O esos temas de ‘West Side Story’ y de ‘On the Waterfron’t en homenaje a ese otro grande de Leonard Bernstein en su centenario que nos recordaron lo mucho que nos gusta el cine.

Para cuando John Williams se despidió con su habitual gesto de “irse a mimir” no había asiento sin sable de luz (incluso en las manos de Spielberg y Newman). Fueron como velas en conmemoración de los 40 años de colaboración entre este gran músico y esta gran sala de conciertos que es el Hollywood Bowl, donde nuevas generaciones aprenden a volar, reír, amar o llorar gracias a una música que en ocasiones desechamos como de acompañamiento.

Copyright de las fotografías: R&R Communications.

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