‘Silencio’: el aparatoso rodaje de Martin Scorsese en Taiwán

Martin Scorsese regresa a la gran pantalla con un esperadísimo filme sobre la fe y la religión. ‘Silencio’ traslada a los espectadores al siglo XVII, cuando dos misioneros portugueses se embarcan en un peligroso viaje a Japón para buscar a su mentor, el padre Christavao Ferreira, y predicar el evangelio cristiano en Oriente.

El rodaje de ‘Silencio’ echó a andar el 31 de enero de 2015 en Taipéi (Taiwán), en los estudios CMPC. Allí, Dante Ferretti (diseño de producción) había diseñado una recreación histórica de una sección de la colonia portuguesa de Macao y la Universidad Jesuita. En la medida de lo posible, Scorsese quería trabajar en orden cronológico, por lo que comenzaron por filmar las dos secuencias que ponen en marcha la película. En primer lugar, una escena en la que el padre Rodrigues (Andrew Garfield) intenta entender la desaparición del padre Ferreira; y en segundo, otra en la que los padres Rodrigues y Garupe (Adam Driver) imploran a su superior, el padre Valignano (Hinds), que los envíe a Japón en busca del sacerdote.

Las escenas de la costa de Macao en las que Valignano bendice a los jóvenes sacerdotes antes de su viaje hacia Japón en un barco de juncos chino se rodaron a la vez que una secuencia en una taberna de Macao en la que los padres conocen a Kichijiro (Yoshi Oida Yosuke Kubozuka), el sinvergüenza nipón que dice ser un cristiano no practicante y los servirá de guía en su viaje a Japón.

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Abandonaron el plató para poner rumbo a una localización situada a una hora de Taipéi: la sierra de Jinguashi. Aquí rodarían la secuencia que transcurre en el exterior de la llamada cabaña de carbón, el minúsculo alojamiento que los aldeanos cristianos preparan para los sacerdotes tras su llegada a Japón.

El siguiente destino fue de nuevo una zona de montaña, esta vez en Tsenguanliaw, también a una hora de la ciudad. Ferretti (diseñador de producción) había recreado la aldea de Tomogi, habitada por la comunidad secreta de fieles cristianos japoneses. Estos devotos aldeanos practican la fe en secreto, sin más orientación espiritual que su fervor moral y fe interior.

La accidentada geografía de las localizaciones en las que se recrearon tanto la cabaña de carbón como la aldea Tomogi supusieron todo un reto para los realizadores, y el equipo tuvo que hacer frente a condiciones muy duras: un barro espeso que prácticamente era arena movediza, montes escarpados y caminos llenos de baches, piedras y rocas por los que era difícil moverse a pie y todavía más arduo hacerlo cargado con material técnico. Trabajar con una meteorología tan cambiante, donde la lluvia y la niebla daban paso a un sol cegador, tampoco fue fácil.

“Hemos tenido que hacer frente a un montón de desafíos logísticos desde un punto de vista organizativo”, comenta el director de fotografía Rodrigo Prieto. “Para mi equipo los principales problemas han sido la continuidad y la oscuridad. El reto para mantener la continuidad han sido los cambios constantes en cuanto a la meteorología y las condiciones de luz a lo largo del día en las diferentes localizaciones. Podíamos empezar con un sol brillante, y en cuestión de horas podía estar lloviendo a mares o totalmente nublado o cubierto de niebla.

“El guión contiene escenas muy largas que se rodaron a lo largo de varios días pero que en pantalla no duran más que un par de minutos. Ha sido bastante estresante controlar las condiciones lumínicas naturales. Por ejemplo, tuvimos que volver a rodar una escena entera en la niebla cuando casi la habíamos completado en pleno sol.

“La continuidad lumínica también fue un reto para las escenas que transcurrían al caer el sol o a de madrugada”, añade Prieto. “Opté por rodar las escenas de noche y por iluminarlas artificialmente como si estuviera cayendo el sol o fuera de madrugada para poder mantener una constancia lumínica. Utilizamos unas grúas de luces enormes para simular que era de día cuando ya había caído la noche”.

“Muchas de las secuencias transcurren en escenarios muy oscuros porque los sacerdotes deben ocultarse durante gran parte de la película”, explica Prieto. “Las misas, las reuniones e inclusos sus viajes transcurren por la noche. Esto nos obligó a simular la iluminación de la luna en zonas muy abiertas, incluso en pleno océano”.

Acceder a emplazamientos tan difíciles fue todo un reto.

“En algunos casos no había forma de trasladar equipos pesados, como las grúas de iluminación”, dice Prieto. “Para llegar a muchas de las localizaciones de montaña había que hacer travesías muy largas, cargando el equipo a cuestas. Por si eso fuera poco, el piso resbalaba un montón en condiciones de humedad y hacía que todo fuera mucho más peligroso. Otras veces había tanto barro que casi no se podía ni andar, con lo que plantar los rieles del dolly y operar una Steadycam no fueron moco de pavo”.

“Ese fue uno de los motivos por los que opté por rodar de noche en lugar de tirar de iluminación artificial en algunas de las escenas, especialmente alrededor de la aldea Tomogi. Creo que todos los problemas a los que nos enfrentamos se ven en la pantalla. Las pruebas por las que pasan los sacerdotes se vuelven muy palpables, dadas las condiciones tan arduas de los lugares en los que se rodaron”.

A pesar de las duras condiciones, Scorsese mantuvo un buen ritmo de trabajo. Las escenas más dramáticas y emocionantes se rodaron con gran economía, fuerza e inteligencia: la comunión de corazón y mente de los aldeanos y los jóvenes sacerdotes y el terrible y dramático momento en el que los soldados samurái entran a caballo en la aldea Tomogi y exigen que los rehenes renuncien a su fe o se sacrifiquen de la forma más brutal y dolorosa imaginable.

Tras completar las escenas en exteriores en Tomogi, la unidad volvió al estudio para rodar las secuencias en el interior de la cabaña de Ichizo. Ichizo (Oida) es el anciano de Tomogi. En su humilde morada, los padres Rodrigues y Garupe conocen de primera mano la fe, devoción y amor de los aldeanos y descubren cómo estos devotos cristianos han de rezar en secreto bajo peligro de muerte. Las escenas también ilustran los rituales bellos, austeros y atemporales de la iglesia católica. Vemos a los padres asistiendo a los feligreses, bautizando a un bebé, escuchando una confesión y recitando misa en latín.

“Nos documentamos bien sobre la época”, comenta Prieto. “Marty quería que todo fuera muy auténtico. Trabajamos con un equipo de asesores encabezado por Marianne Bower, nuestra investigadora principal. Trabajé estrechamente con Francesca Lo Schiavo, la directora de arte, para elegir las fuentes de luz de las escenas de interior. Utilizamos siempre lámparas de aceite y torchieres, como hubiera sido habitual en la época”.

Rodrigo Prieto apunta que para estas escenas, al igual que en todas las secuencias de la historia, Scorsese quería que el resultado fuera completamente auténtico y que reflejara con verosimilitud absoluta la época histórica y los rituales cristianos del momento.

Al haber dedicado tantos años a trabajar el guión y la narrativa, el director tenía un enorme conocimiento de la época, puesto que había profundizado en gran detalle sobre las complejas corrientes históricas que concurrieron durante ese periodo tan tumultuoso. Quería retratarlo con pericia.

Scorsese explica cómo fue el proceso.

“Silencio transcurre en 1643”, apunta. “Los hechos principales ocurren entre 1640 y 1641, al principio de la era Edo. Los primeros misioneros habían llegado a Japón unos 100 años antes, a mediados del siglo XVI. De hecho, el primer misionero cristiano en llegar a Japón fue Francisco Javier, uno de los fundadores de la orden de los jesuitas, en una época de gran inestabilidad política”.

“Eso fue durante el periodo Sengoku, cuando los diferentes clanes luchaban por hacerse con el poder en la nación. El trabajo de los misioneros estaba directamente relacionado con la entrada del comercio occidental a gran escala, origen de los conflictos entre los misioneros de diferentes órdenes y naciones”.

“Los misioneros fueron bienvenidos y tolerados durante décadas y se calcula que unos 200.000 o 300.000 japoneses de todas las clases sociales se habían convertido al cristianismo en 1600”.

“Con la llegada del régimen Tokugawa, el shogunato empezó a consolidar el poder y unificar Japón. Los misioneros portugueses y europeos se consideraron los primeros detractores del shogunato y en 1587 se redactó la primera de una serie de órdenes desterrando a los cristianos”.

“Los misioneros siguieron llevando la religión cristiana por el país durante más o menos una década, hasta 1614 cuando se dictó un Edicto de Expulsión. Entre los misioneros obligados a ejercer su labor en la clandestinidad se encontraba Christovão Ferreira, director de la orden jesuita en Japón y una de las figuras históricas protagonistas de la historia de ‘Silencio’. La mayoría de los misioneros se negaron a abandonar Japón y sirvieron a la fiel comunidad cristiana en secreto”.

“Y así empezó la persecución de los cristianos, que fueron obligados apostatar (renunciar a su fe) o a someterse a varias formas de tortura y muerte”, narra Scorsese.

“No se ha podido calcular el número exacto de cristianos asesinados durante este periodo, pero posiblemente fueron miles. En 1633 los jesuitas recibieron noticias desoladoras: Christovão Ferreira había apostatado, se había convertido al budismo y estaba colaborando con el gobierno nipón. La novela de Shusaku Endo está basada en estos hechos históricos y Liam Neeson da vida a Ferreira en la película”.

“Al poco, Japón cerró sus fronteras a occidente durante más de 200 años. Los dos jóvenes sacerdotes jesuitas protagonistas de ‘Silencio’ viajan a Japón en secreto, plenamente conscientes de que podrían ser capturados, torturados y ejecutados en cualquier momento”.

“Fue un periodo muy convulso en el que las fuerzas históricas interactúan de una manera muy compleja. Me planteé incluir una ficha con contexto histórico al principio de la película o una narración o un diálogo inicial, pero después me decanté por hacer todo lo contrario. ¿Por qué? Porque quería que el Japón de mediados del siglo XVII resultara tan misterioso para el público como para Rodrigues y Garupe. Por otro lado, los conflictos que se desarrollan en el film (la persecución de las minorías religiosas, las pruebas de fe, etc.) son conceptos atemporales”.

Marianne Bower, archivista, investigadora y mano derecha del director en materia de documentación, desempeñó un papel clave a la hora de recrear con exactitud el Japón del siglo XVII. Bower analizó en gran detalle la novela de Endo y la época histórica en la que se ambientaba y fue una presencia fundamental durante el rodaje y una asesora indispensable para el equipo artístico y técnico, puesto que entendía a la perfección la visión única del director.

Bower había empezado a documentarse sobre ‘Silencio’ ya en 2003, profundizando en la novela de Endo y en la época histórica y recopilando un archivo enorme de material.

“La primero que nos planteamos Marty y yo fue, ¿cómo eran los sacerdotes del siglo XVI?”, comenta Bower. “Sabíamos que el libro de Endo estaba basado en personas reales. El padre Ferreira fue muy conocido. Por eso intentamos recabar mucha información sobre las personas en las que se basan los personajes”.

“Básicamente cuando me documento para un proyecto como este, primero busco material visual en bibliotecas y museos. En este caso me centré en materiales que representaran Japón en el siglo XVII. Descubrí algo muy valioso: una serie de planchas con representaciones de la llegada de los portugueses al país”.

“También recopilé imágenes, grabados y libros con descripciones detalladas de la época y leí todo lo que pude sobre las comunidades de cristianos ocultos que existieron entonces en el país. Me sorprendió la cantidad de material gráfico que encontré sobre los métodos de tortura que los samurái infligieron sobre los cristianos. Me quedé helada”.

De hecho, Scorsese y Bower estudiaron montones de libros e imágenes sobre la historia y cualquier cosa relacionada con esa época. Se documentaron sobre las raíces del cristianismo, un tema con el que el director ya estaba más que familiarizado, y se pusieron en contacto con importantes historiadores especialistas. George Elison, profesor emérito de la Universidad de Indiana, autor de ‘Deus Destroyed’, y Liam Brockey, profesor asociado de la Universidad Estatal de Michigan, autor de ‘Journey to the East y The Visitor’, fueron dos fuentes tremendamente valiosas.

Van Gessel, traductor al inglés de la obra de Endo, fue una fuente de conocimiento e información durante la preproducción y el rodaje, siempre dispuesto a responder las preguntas que pudieran surgir durante la producción. Durante la preproducción en Nueva York, Scorsese y Andrew Garfield también contaron con la ayuda inestimable del padre James Martin, sacerdote jesuita y redactor independiente de la publicación jesuita ‘America’. El padre Martin pasó horas con el director y el actor repasando los detalles de la teología cristiana y la teoría jesuita, y fue una enorme fuente de información e inspiración para los realizadores.

“Hicimos carpetas con todo el material que habíamos recopilado y todas las notas que tomamos durante las conversaciones para poder acceder a la información cómoda y rápidamente. Las usábamos todos los días”, comenta Bower.

Durante el rodaje en Taiwán, la producción contó con los servicios de varios sacerdotes jesuitas, todos ellos misioneros residentes en Taipéi. Destacan especialmente el padre Alberto Núñez Ortiz, catedrático de teología de la Universidad Fu Jen de Taipéi, y el padre Jerry Martinez, vicepresidente de Kuangchi Program Services, la cadena de televisión jesuita de Taiwán. Los sacerdotes jesuitas solían estar presentes durante el rodaje en calidad de asesores técnicos, orientando a los actores, realizadores y equipo técnico y hablándoles sobre el profundo significado de los rituales cristianos y la forma exacta en la que se hubieran administrado en 1640, cuando se desarrolla la historia.

El padre Núñez, nacido en España, es experto en catolicismo y tiene un gran conocimiento sobre la manera en la que se han realizado los rituales católicos a lo largo de los siglos.

“Me sorprendió muy gratamente lo meticulosos que han sido el director y los actores al tratar este tema. Han dedicado muchísimo tiempo y esfuerzo a entender la época histórica en la que se ambienta la película. Además, me di cuenta de que según avanzaban el rodaje se les iba despertando cada vez más el interés”, apunta el padre Núñez. “Me consultaban constantemente. Al ver trabajar al Sr. Scorsese sentía como si hubiera viajado en el tiempo”.

Después de completar las escenas interiores de Tomogi, la unidad hizo un viaje de tres horas en tren atravesando Taiwán hasta el condado de Hualien donde Scorsese quería rodar en la zona de Shimen, aprovechando la costa rocosa, las ensenadas y las imponentes cuevas.

Shimen sería el escenario de algunas de las escenas más duras: la crucifixión de tres aldeanos de Tomogi: Ichizo, Mokichi (Tsukamoto) y un desconocido, que se sacrificaron por su fe y para garantizar el bienestar de sus convecinos. La crucifixión es un proceso terrible, independientemente de la forma en la que se lleve a cabo. En el Japón del siglo XVII, los samurái diseñaron una versión especialmente cruel en la que las cruces se colocaban en la orilla del mar para que, con la crecida de la corriente, los crucificados fueran quedando poco a poco debajo del agua, ahogándose lentamente.

El equipo quedó sorprendido con la energía y la fuerza de Yoshi Oida, que a sus 83 años se metió de lleno en la piel de Ichizo. Oida nació en Japón pero vive en París y lleva muchos años trabajando en Francia con Peter Brook. Es además un reconocido profesor de teatro y ha publicado tres libros sobre la materia. Durante el rodaje de ‘Silencio’ se metió en el papel con el vigor y la fuerza de un hombre mucho más joven.

“Ichizo es un hombre muy noble. Personajes como este son un regalo. Para mí es cuestión de entender al personaje emocionalmente, de ver cómo piensa y siente y de comprender cómo percibe su fe”, explica Oida. “Pero también me resulta muy importante entender el sufrimiento del personaje, y no me refiero solo al dolor mental y emocional, sino también al sufrimiento físico”.

Para ello, Oida utilizó muchos de los conceptos que analiza en sus libros.

“El tiempo que pasé en la cruz durante la escena de la crucifixión fue como un momento de gracia”, confiesa. “Dicho lo cual, también tuve que tumbarme un rato para descansar entre las escenas. Ichizo no pudo darse esos lujos, claro. Aún así, ese esfuerzo físico me ayudó a entender cuánto sufrieron esas personas”.

Andrew Garfield quedó muy impresionado con el trabajo de Oida al ver cómo ponía en práctica todas las técnicas interpretativas que había estudiado.

“Ha sido un placer conocer a Yoshi y tener la oportunidad de compartir este proyecto con él. Leí su libro ‘The Invisible Actor’ cuando estaba estudiando y le comenté que me había marcado mucho. Ha sido increíble trabajar con él”, dice Garfield.

El equipo también quedó impresionado con las escenas de Shinya Tsukamoto y su enorme resistencia en la cruz. Aguantó como un campeón atado a la estructura de madera con unas cuerdas muy ásperas, golpeado por las olas y bajo un sol implacable. Aunque había especialistas listos para darle el relevo, el actor recurrió en contadas ocasiones a ellos.

“Me faltan palabras para expresar el honor que ha sido participar en una película de Martin Scorsese y colaborar con él todos los días”, comenta el actor, que es más conocido y respetado por su trabajo como director.

“La gente hablaba conmigo sobre la fe durante el rodaje porque la naturaleza de la fe es uno de los principales temas del filme. Cuando me preguntan si tengo fe, respondo que mi fe es Martin Scorsese”, dice Tsukamoto. “Y no lo digo por decir. La seriedad de esta película, el rigor al que nos hemos sometido todos, en especial el Sr. Scorsese, le envuelven a él y a todo el proyecto en una especie de santidad, en una profunda belleza de grandioso significado”.

Cada uno de los actores lo dio todo en el rodaje. Según Andrew Garfield, el papel del padre Rodrigues supuso un enorme reto cada día.

Antes de empezar a rodar el actor pasó mucho tiempo haciéndose con el material. “Quise absorberlo en mi cuerpo, en mis huesos”, dice. “Me embarqué en una exploración espiritual. Mi padre era judío, mi madre cristiana y mi hermano y yo crecimos sin seguir ningún tipo de instrucción religiosa. Me interesan el cristianismo, el budismo, el judaísmo… todas las religiones y las cosmologías”, comenta.

Garfield se preparó con el padre Martin, un jesuita erudito y escritor residente en Nueva York. “Me llevé muy bien con el padre Martin. Tenemos una relación muy estrecha. Gracias a él he aprendido sobre la vida de Jesús y los jesuitas, que han sido una fuente de inspiración”.

Garfield dice que trabajar con el sacerdote le ayudó a entender el espíritu de Rodrigues.

“El padre Rodrigues empieza siendo una persona idealista y plana que piensa que lo sabe todo. Pero va dándose cuenta de que no es especial, es simplemente un ser humano y ha de asumir su humanidad”.

“Todos los días del rodaje me sumergí en el Japón de 1640 que existía en mi imaginación”, apunta Garfield. “Rodar en estas localizaciones de Taiwán ha sido todo un regalo. Nunca había trabajado con un equipo tan multinacional. Fue muy especial ver cómo todas estas personas unían fuerzas para que este increíble director contara esta historia tan apasionante”.

“Estos viajes tan épicos, misteriosos y complejos no siempre se consiguen trasladar al cine. Historias que existen en el gris, entre el blanco y el negro, el bien y el mal… Estas historias son las más realistas, las que demuestran lo compleja que es la vida. El hecho de que este filme se haya realizado dice mucho de la visión y la determinación de Marty”.

Por su parte, a Adam Driver le resultó especialmente exigente la privación física a la se enfrentaron los actores durante el rodaje. Comenta que a la hora de preparar el papel, el proceso de perder todo ese peso le sirvió tanto como la documentación histórica.

“Me vino bien pasar tanta hambre y estar tan cansado.»

Driver explica que estar mal alimentados no es el único obstáculo que han de superar los sacerdotes en Japón.

“Han viajado miles de kilómetros por mar y tierra. No se ve en pantalla pero, por la forma en la que se presentan los personajes, se percibe que han pasado por muchas dificultades y penurias, que están lejos de casa y llevan dos años viajando en condiciones muy duras”.

Driver también hace referencia a lo difícil que fue acceder a algunas de las impresionantes localizaciones: “Era muy complicado llegar hasta ellas, pero ha sido todo un acierto para la película. Da una pequeña muestra de todo lo que sufrieron los personajes en Japón”.

El equipo se trasladó a la zona de Hualien (Niushan) para rodar el viaje en solitario del padre Rodrigues hasta una aldea cercana llamada Goto, una comunidad de pescadores donde conoce a un segundo grupo de devotos cristianos. Estando allí, Kichijiro sorprende al padre Rodrigues al aparecer en la playa y preguntarle si está disponible para oír su confesión.

El siguiente destino fue Taichung, donde Scorsese y su equipo rodaron varias escenas de travesías por mar en el interior de un tanque construido para ‘La vida de Pi’ en un parque industrial en las afueras de la ciudad.

“Para estas travesías nocturnas, Karl Engeler (técnico de iluminación) construyó una caja de luz blanda y la colgó de una grúa industrial para simular la luz de la luna. También utilizamos máquinas de humo para crear un ambiente de niebla y darle un aire misterioso a esas escenas, inspirándonos en el clásico japonés Ugetsu”, dice Prieto, el director de fotografía.

Algunas de las secuencias más transcendentales del filme se rodaron en el valle de Taoyuan a las afueras de Taipéi, entre ellas los paseos solitarios del padre Rodrigues y la escena de su detención en el riachuelo que fluyen al lado de las cuevas de Dahwa, a las afueras de Taipéi.

Tras completar estas secuencias, la unidad volvió al estudio CMPC para filmar las partes de la película que están ambientadas en Nagasaki y en la prisión a la que es enviado Rodrigues tras su detención. Las escenas incluyen encuentros con el intérprete (Asano) y el temido inquisidor Inoue (Ogata) dentro de la cárcel; el pueblo burlándose de Rodrigues cuando se le pasea por las calles de Nagasaki; y el horror que siente Rodrigues al contemplar desde su celda las atrocidades que los japoneses infligen sobre los prisioneros cristianos.

Scorsese y el equipo se trasladaron nuevamente a la costa para filmar la excursión forzosa de Rodrigues con el intérprete, cuando obligan al joven misionero a contemplar una tragedia terrible: la muerte del padre Garupe.

Estas escenas impresionaron mucho a los actores y al equipo técnico, entre ellos a Prieto.

“Mi familia es católica y durante la adolescencia sentí un vínculo muy fuerte con la religión”, comenta. “Con el paso de los años empecé a cuestionar los dogmas de la iglesia, pero aún así entiendo que haya personas que recurran a la fe para enfrentarse a la vida. No obstante, a menudo me pregunto qué es la fe exactamente y si hace falta una jerarquía eclesiástica o una religión organizada para sentirla. El rodaje de ‘Silencio’ me brindó la oportunidad de plantearme estos temas y expresarlos a través de la iluminación y la cámara”.

Los decorados de Ferretti (diseño de producción) para cada una de estas secuencias no solo recrearon el aspecto de Japón en el siglo XVII, sino que también reflejan la atmósfera y el sentimiento de la historia.

Ferretti está muy orgulloso de colaborar con Martin Scorsese por novena vez, aunque apunta que lleva unos 25 años preparando esta película.

“Cuando estaba trabajando en ‘La voz de la luna’ de Fellini, un productor me preguntó si me interesaría participar en la próxima película de Martin Scorsese. Se refería a ‘Silencio’. Por aquel entonces, Ferretti todavía no había trabajado con el director. Su primera colaboración fue ‘La edad de la inocencia’. Aún así dijo que le interesaba, claro.

“La película no llegó a rodarse y no volví a saber nada”, cuenta Ferretti.

“Creo que me he puesto con el diseño de ‘Silencio’ unas cinco o seis veces a lo largo de todos estos años. Viajé a Vancouver y a Nueva Zelanda en busca de localizaciones en varias ocasiones, pero el filme no echaba a andar. Sin embargo, Marty estaba decidido a rodar esta historia y ahora, por fin, he podido hacer realidad mis diseños”.

Ferretti tomó como fuente de inspiración los paisajes y al orografía de Taiwán y quedó encantado con los platós del estudio CMPC. Diseñó y creó diferentes decorados para ambientar esta historia: la colonia de Macao con sus calles atestadas de gente, la Universidad Jesuita de la ciudad, el despacho del padre Valignano, la habitación del padre Rodrigues, las calles de Nagasaki, la cárcel japonesa de la ciudad, un templo budista, una residencia cristiana y el puerto de Dejima. Además de los platós del estudio CMPC, Ferretti diseñó y supervisó los decorados que se construyeron en muchas de las localizaciones, siempre con el visto bueno del director.

“Aunque había empezado a trabajar en la película varias veces para que luego se pospusiera, tuve que partir de cero cuando finalmente nos pusimos manos a la obra”, comenta Ferretti.

Partir de cero significó leer la novela y los diferentes borradores de la película varias veces. El diseñador también hizo múltiples viajes a Japón para documentarse no solo sobre las ambientaciones, sino también sobre el vestuario de los actores. Visitó Tokio, Kioto y Nagasaki, donde fue al museo Endo.

“Además de los trajes eclesiásticos de los jesuitas, diseñamos la ropa de campesinos que vistieron en Japón y la indumentaria de los aldeanos, de los samurái e incluso de los comerciantes holandeses que aparecen en el filme”, explica Ferretti.

“Al diseñar tanto los decorados como los vestuarios tengo que imaginarme cómo era la vida entonces. Mi trabajo es parecido al de un actor. Cuando lo veo todo compuesto, si encuentro algo que no me cuadra, tiendo a dejarlo. En la vida real siempre hay algo que no cuadra, y no pasa nada si hay algún fallo en los decorados y el vestuario. Así todo parece más real”.

Las escenas en el despacho del inquisidor, cuando el padre Rodrigues defiende su fe ante el anciano e imponente Inoue y su lugarteniente, el intérprete, se rodaron en un plató construido en una de las zonas verdes de la ciudad. De vuelta en el estudio CMPC, Scorsese rodó el fatídico encuentro de Rodrigues con su profesor y mentor espiritual, el padre Ferreira, en el templo budista. Posteriormente, la unidad se trasladó de nuevo al plató del despacho del inquisidor para rodar las impresionantes escenas que recrean los terribles abusos físicos con los que los japoneses torturaron a los cristianos y también la escena culmen de la película: la capitulación y aceptación del sacerdote.

Al terminar, el equipo y el reparto volvieron a la sierra situada a las afueras de Taipéi. Esta vez la unidad trabajó en un parque nacional taiwanés llamado Gengzipin, descrito como un campo sulfuroso de actividad geotérmica que lleva milenios disparando géiseres de agua a 100º C.

En este emplazamiento tan extraordinario como peligroso, los técnicos se equiparon con todo tipo de indumentaria de seguridad, incluidos cascos, para rodar la importante escena de Unzen, cuando el padre Ferreira contempla el brutal trato que los japoneses dispensan a los curas y monjes europeos.

Scorsese confiesa que “mMuchas de las localizaciones han supuesto todo un desafío. Sin duda este ha sido uno de los rodajes más duros de mi carrera, pero casa con la naturaleza de la historia. Gran parte de la acción se desarrolla en chozas, aposentos sucios, lugares embarrados y montes empinados y rocosos”.

“En el siglo XVII, los conversos cristianos de Nagasaki vivían muy al límite, sin comodidades de ningún tipo, y los misioneros vivían escondidos en chozas. En la segunda parte de la película, la historia se narra a través de los ojos de Rodrigues. A menudo desde el interior de su celda, a través de los barrotes. Por eso además de los platós de Taipéi, necesitábamos el mar y las montañas”.

Todos y cada uno de los actores comentan que las dificultades a las que se enfrentaron durante el rodaje les sirvieron para entender mejor a sus personajes. Liam Neeson estaba dispuesto a lo que fuera para interpretar al padre Ferreira.

“Antes de empezar a rodar, cuando todavía estábamos en Nueva York, Andrew y yo trabajamos con el padre Martin, un asesor jesuita, para entender la teología, practicar los rituales eclesiásticos y repasar los ejercicios espirituales de la orden jesuita”.

Conocieron de primera mano cómo es la vida de los jesuitas y estaban preparados para la que se les venía encima. Para Neeson la experiencia fue muy estimulante.

“Me encanta la iglesia. Me considero un católico no-practicante practicante. Me encanta ir a misa, rezar y hablar con Dios”.

Neeson también disfrutó de las charlas sobre cuestiones de fe con el sacerdote jesuita y el joven actor.

“Andrew Garfield es un actor impresionante”, comenta. “Es muy reflexivo y profundo. Me recuerda a De Niro y Daniel Day-Lewis. Es un actor de los de verdad”.

Neeson también se deshace en halagos hacia el director.

“Martin Scorsese inspira muchísimo respeto. Cuando trabajé con él por primera vez en ‘Gangs of New York’ tuve que superar lo intimidado que me sentía”.

Gracias a ‘Silencio’, el actor ha descubierto otra faceta de colaborar con el director.

“Marty lleva años macerando esta película. No voy a negar que estaba nervioso. ¿Estaré a la altura del papel? Para superar esa sensación de inseguridad me mostré todo lo sincero que pude. Fue como si Liam Neeson analizara su alma a través del padre Ferreira”.

Y añade, “Marty hace una cosa genial cuando estamos rodando. Pide silencio absoluto para dirigirse a sus actores. Lo cual no quiere decir que los actores sean las personas más importantes del rodaje. Ni mucho menos. Pero Marty pide que el equipo siempre preste atención a lo que está pasando cuando está trabajando y rodando, y la verdad es que inspira mucho ver a todo el equipo centrado en una parte específica del proceso de creación de la película”.

Adam Driver también ha disfrutado mucho al trabajar con el director.

“Es muy generoso con su tiempo”, dice el intérprete. “Es muy accesible y siempre está dispuesto a responder cualquier pregunta que uno tenga. Lleva 28 años con esta película en la mente, pero no la plantea como una dictadura”.

“Ha sido muy estimulante. No todos los días se trabaja con uno de los mejores realizadores de la historia quien a su vez es capaz de deshacerse de cualquier idea preconcebida porque su único objetivo es rodar la mejor versión de la película que pueda. Scorsese te pide que hagas tuyo el papel. Quiere que le sorprendas, que te sorprendas a ti mismo, y eso le resta importancia a trabajar con alguien con esa reputación. Casi parece que estés trabajando en una película cualquiera”.

“Me encanta trabajar con Marty”, exclama Rodrigo Prieto. “Es fascinante escucharle explicar cómo ha llegado a la conclusión sobre cómo rodar determinada escena. Cada ángulo de la cámara, cada movimiento de la lente surge porque él es muy consciente de lo que quiere expresar en cada escena”.

“Nunca deja nada al azar. Nunca hay ninguna escena superflua. Cada una de las decisiones está ligada al contenido emocional del momento específico de la historia. También es un colaborador muy atento. Escucha las ideas que le plantea el equipo y promueve la participación creativa. Consigue sacar lo mejor de cada una de las personas del equipo. Cuando ruedo con él, me despierto cada mañana con ganas de descubrir qué me deparará el día”.

Al volver desde Gengzipin al estudio, Scorsese rodó las últimas escenas en Dejima y Nagasaki que sirven como una especie de epílogo a la historia. El rodaje terminó en CMPC en la noche del 15 de mayo de 2015, tras unas 15 semanas de trabajo.

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